El Corazón de las Margaritas
LUCÍA ABADÍA GIMÉNEZ

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RIMERA PARTE

1

I

 
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KHALID Y MARTA

 


 

La tarde languidecía cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Ataturk (Estambul) Marta viajaba, junto con cuatro amigas, a la ciudad de las mezquitas , de las especias, de los bazares y del regateo; partida por el estrecho del Bósforo. Una Estambul europea y asiática, embadurnada de aromas orientales, que ejercía un embrujo mágico en su persona. De siempre había querido visitarla, presentía que algo maravilloso le ocurriría. Iba predispuesta a vivir cada segundo intensamente. Su corazón palpitaba deprisa. Llevaba dormido mucho tiempo, demasiado tiempo. Una furgoneta de cómodos asientos las trasladó al hotel, un hotel antiguo, pero muy céntrico. El conductor, contratado por la agencia de viajes, hablaba un castellano apenas comprensible, era un turco corpulento, de facciones agradables y unos inmensos ojos negros. Con amabilidad casi servil bajó sus maletas y se despidió de ellas. Llegaban cansadas y hambrientas. Marta observó que junto al hotel había un restaurante que pintaba muy bien. Luminoso, las mesas vestidas con blancos manteles de tela, algunos comensales degustaban unos platos que parecían exquisitos. Todo bien presentado. La música envolvía el ambiente. Melodías suaves que acariciaban los oídos, arrulladas por la brisa proveniente del mar. El calor se deshacía en rocío, diamantes húmedos, que el Marmara le regalaba. A sus amigas les pareció de perlas que Marta propusiera cenar allí. Y una vez que tomaron posesión de sus habitaciones, bajaron a paliar su apetito. El dueño del restaurante se acercó a saludarlas . Marta ya se había fijado en él, en realidad a todas les había llamado la atención. Iba vestido de europeo, pantalón de pinzas, sobre las rodillas, camiseta de pico ajustada y una chaqueta de manga larga, modelo blazer. Era un tipo guapo, más bien guapísimo, de los que no pasan inadvertidos. Moreno,cabello lacio que cubría la nuca, un largo flequillo recogido en un lado de su frente, ojos rasgados y oscuros, dentadura perfecta, labios bien perfilados, nariz rectilínea, no muy grande. Y una sonrisa que abarcaba un mundo, que tocaba el cielo. Un turco con rasgos tan perfectos que no parecían reales. Su simpatía andaba a la par de su belleza, lo que ya era el colofón a su perfección. Su piel de bronce acusaba una edad joven, que no iría más allá de los cuarenta años. Se movía ágilmente, de una mesa a otra, siguiendo el ritmo de la música. Desde que observó a Marta sentada a la mesa con sus amigas, no dejó de mirarla. Le llamó poderosamente la atención su cabello largo y rubio como el corazón de las margaritas, sus ojos verde esmeralda, brillantes como las luces que se reflejan en el mar, su boca de labios gruesos y rosados y su tez blanca y tersa, a pesar de haber entrado en los cincuenta. Los llevaba bien. Hacía ejercicio diariamente y procuraba cuidarse. Una de sus amigas le preguntó el nombre. Khalid se sintió halagado al comprobar que había caído bien en el grupo de mujeres, mas a Marta le pareció que estaba acostumbrado a esos flirteos. Se movía como pez en el agua, incluso lo vio presuntuoso y creído. Khalid pidió permiso para sentarse junto a Marta. Con sus manos delgadas y bien cuidadas, le acarició una mejilla y le preguntó el nombre, lo hizo de un modo tan inocente que a ella no le sentó mal. Marta, Marta, Marta _ repitió nostálgico_ Es bonito. Me gusta. Me gusta tu pelo, el color de tus ojos… Eres muy bella… Marta sintió cosquillas en el estómago, y después un calor que rubricaron sus mejillas. ¡ Cuánto tiempo había vivido sin experimentar esos sentimientos! Pero enseguida volvió a la realidad. Bah, es el vino y el ambiente _pensó_ Khalid la miraba de una forma especial, de frente, de reojo, sonriendo, riendo abiertamente, entornando los ojos, primero uno, después el otro… A ella le gustaba, la enorgullecía. Aún era atractiva, podía gustar, estaba en el mercado, como coloquialmente se decía. La noche fue convulsa, Marta pensó en Khalid, estaba inquieta, desconcertada. No era propio de ella. Apenas logró conciliar el sueño unas horas. Los labios de Khalid abrasaban los suyos, solitarios tanto tiempo. Su cuerpo, desnudo tocaba el suyo, perdido en su soledad, sus pezones endurecidos acariciaban los suyos hasta hacerle daño. Pero sus besos…, sus besos la volvían loca. Sentir correr su lengua por el espacio de su boca la trastornaba, dos lenguas jugando a amarse sin prisa, dos alientos fundidos, perdidos entre las sábanas sudorosamente blancas… Dos deseos confundidos por la pasión…. Y deseó que pronto amaneciera para volver a verlo. Tenía que verl


II

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Amanecía en Estambul con un sol fuerte, brillante. Julio estaba siendo un mes caluroso, con altas temperaturas que se dulcificaban al atardecer.
Esa mañana, la primera de su estancia en la gran ciudad, sorprendió a las cinco amigas con la llamada a la oración o Al_adhan, cantada por el muecin desde el minarete de la mezquita Azul, la más cercana a su hotel. Quedaron impresionadas al escuchar los sonidos hondos de la plegaria, que, enganchada en el aire, trepaba por los tejados, más allá de los minaretes, por encima de las escasas nubes hasta alcanzar el cielo. Las sentidas notas les recordaron un flamenco profundo, rajao, pleno de religiosidad, como salidas del génesis del alma.
Después de desayunar, salieron a ver la ciudad con un programa ajustado. Iban a estar cinco días y el último no contaba, lo perderían en el viaje de vuelta a Murcia, su tierra.
Marta seguía sin saber comprender lo sucedido esa noche. No tenía sentido que los ojos de Khalid siguieran metidos en sus ojos. Que su voz la escuchara en cada esquina, en cada calle, que sus manos le pusieran el pañuelo al entrar a las mezquitas o que le acariciaran los pies al descalzarla .. Marta no comprendía nada. Sus sentimientos carecían de todo razonamiento. Pero no podía abatirlos.
Pasó el día entre nubes y agotamiento, sobrecogida, como el resto, por el embrujo y la belleza de Estambul. Sus mezquitas, sus calles llenas de turistas de todo el mundo, su zumo de granada, y su inmensa plaza Taksim. Y aún no habían visto nada, o casi nada.
Al llegar al hotel, ahí estaba de nuevo, su Khalid, haciendo de relaciones públicas, retirándose el flequillo de su frente, hablando con sus clientes… Y la misma música envolvente, familiar, melodiosa que la
seducía.
¡ Marta! ¿Qué tal el día?_ le preguntó.
El suelo tembló bajo sus pies, su corazón corría desbocado, no dominaba su flamante estado emocional y notaba que la impotencia se apoderaba de ella.
No sabía qué contestar, le hubiera dicho : has estado conmigo todo el día. ¿Por qué me preguntas esa tontería? Pero balbuceó un «muy bien» …, «todo precioso.» .., pero muy cansadas.
Venid ahora. Yo soy contento de verte. (Hablaba un castellano casi ortodoxo, pues había vivido una larga temporada en Madrid, estudiando)
Vale, ahora bajamos. Vamos a la habitación a dejar las bolsas y bajamos.
Marta se arregló para él, se maquilló para él, se perfumó para él. Estaba realmente guapa, con un brillo especial en sus ojos esmeralda.
Cenaron ella y dos de sus amigas, que ya
se habían percatado de que estaba distinta. Algo había diferente en su modo de actuar. Las otras dos cayeron muertas de cansancio en la cama.
Khalid les había reservado una mesa, pues la terraza estaba completa. Él andaba de una a otra queriendo agradar a todos, que estuvieran bien atendidos. Indudablemente, el negocio lo sabía llevar a la perfección.
Después de cenar, se pidieron unas copas, las amigas le comentaron que a Khalid le gustaba. _No para de mirarte. ¿No lo ves? Le has gustado . Mira, mira… Viene hacia aquí…
Se sentó junto a ella y le apartó un mechón de pelo que caía sobre uno de sus ojos.
¿Qué vas a hacer esta noche? _le preguntó.
¿Yo??? Irme a dormir_ le espetó.
No, espera… sólo deseo que subas conmigo a la terraza (el restaurante tenía dos plantas más y una terraza con vistas) a contemplar la luna. Sólo un minuto. Quiero que veas la inmensa luna conmigo. Deseo verla rielar en tu cabello, verla brillar en tus ojos. Hoy es luna llena, está preciosa, casi tan preciosa como tú. ¿Subimos?
Marta sintió angustia, pánico, desazón, zozobra. Sí, todo su ser zozobraba, como un barco a la deriva. No se pudo negar.
Esperadme , no os vayáis sin mí ,  les ordenó a sus amigas que, por otro lado, no pensaban acostarse sin ella.

III

 

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Sonaba la canción de Yasmine Levy «Una noche más» ( VER Y ESCUCHAR ) . En la terraza del restaurante Marta y Khalid miraban la luna. Los minaretes de las mezquitas desafiaban al firmamento, parecían lanzas abriendo el cielo con sus puntas afiladas y elegantes. Los restaurantes brillaban con sus guirnaldas generosas de colores.
La esférica luna se había comido las estrellas y reinaba sola en su palacio de azabache. Ella era la única testigo de su presencia. La luna más hermosa rielaba en el mar de los cabellos de ella, tan dorados como el corazón de las margaritas.
En el silencio de la estancia apareció un camarero y colocó sobre un velador el té. Lo sirvió y se fue.
Estaban muy juntos, de pie, apoyados en el muro que los separaba del espacio. Tan unidos, que Marta podía escuchar su corazón, el aleteo de su pecho; y su aliento, como una suave brisa, refrescaba el ardor de sus mejillas. Tan juntos, que una brizna de viento quedaba atrapada entre sus cuerpos; que un suspiro quedaba sujeto entre sus labios. Una fuerza superior juntó sus bocas.
Se besaron, se besaron, se besaron hasta que la rosa de sus labios era un pálido nardo. Se besaron, se besaron, se besaron hasta que la respiración les pidió una tregua.
Marta temblaba como una lágrima de agua en un cristal, temblaba como cuando tenía fiebre. Sentía calor y frío, mareo, desmayo… Sentía morir de amor en sus brazos.
Atrapó un segundo de lucidez y le dijo : Khalid, ¿qué quieres de mí? ¿qué nos pasa? Esto no tiene sentido…Esto no puede estar pasando… No puede ser…, es una locura…
Chissst_le cerró sus labios con su dedo índice y volvió a besarla, acariciando sutilmente cada pared de su boca, cada esmalte de sus dientes, cada palmo de sus labios…
Yo tampoco sé explicarte lo que me pasa. Desde que te vi bajar del coche, no he podido apartarme de tus ojos, ¿sabes? Son absolutamente maravillosos… Mira…., se ha metido la luna en ellos, los ha ocupado. No quiere que sean para mí…. Me han abducido, mi amor, esos…, tus ojos tan bellos.
Ese «mi amor» la terminó de enloquecer. Él, con suma delicadeza, le fue desabrochando los botones de su blusa, besó sus pechos, se hundió en ellos, sus labios recorrieron dos lunas, deseando morir de amor y de deseo, hasta tocar la cima.
Hubiera entregado su alma, se la hubiera vendido allí mismo, si no lo hubiesen llamado en ese instante, exponiéndole algo que parecía ser importante, no entendía el idioma.
Disculpa, no te vayas, vuelvo enseguida. Espérame. Soy contigo pronto, mi amor…
Marta se quedó sola, inquieta, pensó en sus amigas, estarían esperándola . Le entró miedo. Un cierto nerviosismo se apropió de ella. Debía alejarse de allí, poner distancia de por medio, pensar, pensar en todo lo que sentía, analizar sus sentimientos,recuperar la lógica que nunca la había abandonado y ahora no sabía dónde se había metido, solo sentía deseo, un loco deseo de dormir en sus brazos.
Bajó corriendo los escalones y se unió a sus amigas, que respiraron aliviadas al verla.
La calle bullia aún. tenía vida, a pesar de ser más de las dos de la mañana. Sus amigas, casi dormidas, se la llevaron al hotel.
Venga, Marta, hija, mañana tenemos otro día intenso. Vamos a dormir. ¿No nos tienes que contar nada?¿ Ehhhh? Andaaaaaa.
Marta no podía hablar, sólo buscaba a su amor, que había desaparecido ¿Dónde estaba?
Lloró amargamente, lloró de rabia, se arrepintió mil veces de haberse alejado, de no haberlo esperado. Y al momento pensaba que quizás fuera mejor así. ¿Cómo se iba enamorar de ella un hombre diez, doce, quince años más joven que ella? No sabía la diferencia exacta. Era un disparate.
Si fuese al revés, no habría problema, estaría bien visto_pensaba. La sociedad es así.
Buscó la canción de Yasmine Levy en YouTube y le emocionó enormemente la letra. Se sentía identificada con ella. Al fin se durmió cuando los claros del alba se filtraban por las cortinas de la habitación.

IV

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» Recuerdo tu imagen alejándose, la tierra se hundía bajo mis pies, fui cayéndome al vacío, sin poder agarrarme a la vida. Cómo pude imaginarme que tenía algo que darte, yo en mi madurez y tú en tu plena juventud… Los años no perdonan»

Marta no podía sacar de su cabeza la canción de Yasmine Levy. La hacía completamente suya. No entendía por qué sonó la noche anterior una y otra vez en el restaurante. Era la primera vez que la escuchaba. Se había aprendido la letra de memoria. ¿Por qué esa canción? Y seguía cantando para sí : «Sólo te ruego que me des una noche de amor, solo te pido una noche más, que me vuelvas a engañar.»
Lo deseaba, deseaba una noche más junto a él, mirar la luna dorada de Estambul a su lado, esa luna aplastante, que parecía haber acaparado todo el oro de este mundo, escuchar su voz pícara, atrevida, dulce, susurrándole al oído «amor mío» ..,ver la noche escondida en sus rasgados ojos, sentir la lluvia de sus besos mojar su boca…, tocar su sonrisa de cerezas y lirios … Lo amaba. Lo amaba tanto…
Marta pensaba en él, en la canción, en la luna, en sus labios, mientras navegaban por el Bósforo. La belleza del paisaje, las mansiones, los palacios antiguos, el cielo regalándole su azul al mar, el estrecho y sus millonarios yates,
las gaviotas volando sobre el barco, haciendo piruetas en el aire, buscando alimentos, le hicieron olvidarse de todo por un rato. Contrastaba su blanca alma, la de las gaviotas, con los azules nítidos, limpios del cielo y el mar. Grandioso Estambul. Grandiosa ciudad. Bella, bellísima_se decía. Me ha hecho olvidar todo y obligado a fijarme sólo en ella.
A pesar de Khalid, Marta pasó un día estupendo con sus amigas.Visitaron Galata, cenaron temprano en un restaurante junto al Bósforo, se rieron de todo y por todo. Los restaurantes, adosados unos a otros, formando calles enteras, exhibían sus atracciones musicales y sus productos del mar, el mar de mármol que seguía siendo igual de bello al anochecer, un tranquilo espejo de las luces de los barcos, de las farolas de las calles y de la luna. Un espectáculo para los sentidos.
Se acercaba la hora de regresar al hotel y temblaba. Iba a verlo, daba por cierto que estaría al pie del cañón, pendiente de su negocio, como las noches anteriores. Quería estar con él. Tenía que explicarle por qué había huido. Él le pediría explicaciones, seguro. O tal vez la ignoraría. Eso no podía pensarlo. Sin embargo, cavilaba que si iba más allá ,si terminaba siendo suya, su huella la llevaría para siempre, ella sabía que su amor, antes de comenzar, tenía fecha de caducidad.
Al bajar del taxi, no lo vio. La noche acababa de empezar y se sentaron las cinco a tomar un refresco. El restaurante aún tenía bullicio de clientes. Pero él no estaba.
Preguntó por él, había salido de viaje, regresaría mañana.
Se hundió la tierra bajo sus pies, se había alejado de ella. Bueno….. todo ha terminado_se dijo.
Pero la camarera, con la que habían cogido confianza, les confesó que su jefe había tenido que visitar de urgencia a su madre enferma, al parecer había empeorado su salud. Marta se quedó ojiplática cuando apareció con un sobre cerrado que olía a claveles.
Lo ha dejado mi jefe para ti.
Salió corriendo, se escondió en su habitación de hotel antiguo y comenzó a leer : «Mi amor, mi amor, no esperas que regrese a tu lado. Vuelvo mañana a la mañana. Deseo verte, queda libre y te invito a cenar . Espérame aquí a las 21 : 00, Ok ? Estaré todo tuyo. Te amo. Khalid.»
(Escribía peor que hablaba)
Bajó a reunirse con sus amigas, necesitaba una copa, o dos. La felicidad la invadía. Comenzó a hablar por los codos, a reír, a canturrear . La intriga de sus amigas por conocer el contenido del sobre no tenía límites.
Ella necesitaba contarlo, gritar su felicidad, compartir con sus amigas del alma toda su alegría. Y lo contó.
¿ Vas a ir a cenar con él?_ le preguntaron a coro.
Siento deciros que sí. Es nuestra última noche.
V
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El cielo llovía rosas aquella mañana, rosas rojas que acompañaban al sol y caían sobre la ciudad, que despertaba perezosa entre vahos de niebla roja y densa. Hacía calor.
Los tenderos comenzaban a sacar sus artículos, llenando las aceras de objetos multicolores : ojos típicos de allí, bolsos de imitación, prendas de vestir, lámparas, teteras…, y un largo etcétera. Cualquier cosa deseable se podía encontrar.
El corazón de Marta era una rosa encendida. Estaba feliz y no quería disimularlo. Había dormido de tirón y se encontraba en plena forma. Iba a cenar con Khalid y pensar en ello aceleraba su ritmo cardíaco, aumentaba su adrenalina. . El aroma de sus besos perduraba entre sus labios, su perfume se había colado en su piel, sus manos permanecían entre las suyas. Sentía un fuego que la abrasaba por dentro. Temblaba de emoción recordando sus palabras de amor, tan cerca lo tuvo que fueron uno, un solo aliento, un solo corazón, un solo suspiro en un solo momento mágico. Estaba loca de amor.
A las cinco amigas les esperaba un día apretado, era el último en la ciudad de contrastes y de ensueño y tenían que aprovecharlo. No había más noches en Estambul, pues al día siguiente partirían a media mañana hacia el aeropuerto. Sólo tendrían tiempo de últimar las compras por las tiendas próximas al hotel.
Llevaban en el programa visitar el Gran bazar, el palacio Topkapy, el Mercado de las especias, entre otras cosas, si daba tiempo. Por la tarde les esperaba el baño turco y pasear por las interminables calles, comer castañas, degustar mazorcas y otros productos típicos que vendían por la vía pública.
Cumplido el programa establecido, llegó la hora de darse un baño turco.Un encargado del hotel les proporcionó el conductor que las llevaría al balneario. Ellas traían anotado en una tarjeta el nombre de uno, recomendado por amigos españoles, que era excelente. Pero el chófer, hombre alto y desgarbado, que no hablaba castellano ni decía palabra alguna, hizo caso omiso y las condujo a otros baños, alejados del centro, con un aspecto cochambroso. Estaban en una zona peligrosa de las afueras. Al aparcar, cuatro hombres las recibieron para acompañarlas al edificio sospechoso, donde se suponía que iban a bañarse, Ellas se negaron, el conductor no quiso llevarlas de vuelta, y no les quedó otra que correr, escapar de allí como almas que lleva el diablo hasta coger un taxi que las llevó al destino correcto. Todo quedó en un susto.
Una vez que se tranquilizaron, pudieron disfrutar del baño de espuma, el piling y el masaje corporal en uno de mejores balnearios de Estambul. Salieron nuevas de allí.
Marta ya contaba los minutos para cenar con su amor. La impaciencia la tenía hecha trizas.
Faltaba poco más de una hora para el reencuentro, cuando regresaron al hotel para arreglarse . La cita era a las 21:00
horas. La llevaba grabada a sangre y fuego. Sus amigas (más de una era miedosa) no la iban a dejar sola. No se fiaban demasiado.
Ni se os ocurra_ les espetó enfadada. Ya soy mayorcita y sé lo que hago. Khalid es una persona pública, tiene un restaurante que está entre los ocho mejores de Estambul, y una tienda. (La regentaba su hermano, al que conocían por las compras hechas allí por recomendación suya) Estad tranquilas,por favor. Tengo plena confianza en él.
A mi edad no me va a secuestrar… Tranquilas, ¿ehh? Además, lo adoran sus empleados, hablan muy bien de él. Es un buen tipo.
¡Claro! Porque cobran de él, no lo van a poner verde__le respondieron casi al unísono.
Bueno…, por primera vez voy a seguír lo que me dice el corazón, y mi corazón me dice que tengo que verlo. Y quiero que sepáis que tengo los pies en la tierra.Pero… ¡¡¡Necesito volver a verlo!!!
Valee __contestaron. (Siempre hablaba una y afirmaban las demás) Pero que sepas que si te encuentras en apuros, no tienes más que llamarnos. Y no te montes en ningún coche, andandito, andandito…
No me montaré en ningún coche. Idos ya por ahí y dejadme respirar, pesadas.
Las amigas no se fueron muy convencidas, pero se fueron. ¡Por fin!
Daban las nueve en su reloj de pulsera. Iba preciosa Marta, el cabello suelto sobre sus hombros desnudos, una blusa negra con un generoso volante los dejaba al aire. Sus caderas se insinuaban bajo un pantalón negro de seda, de pata ancha, con dos grandes aberturas que mostraban sus piernas. Le daba un toque chic un cinturón ancho con una gran hebilla plateada. Las sandalias de tacón, negras también, realzaban sus pies cuidados y contrastaban con el granate de sus uñas. Estaba guapísima sin maquillar en exceso. Un toque rosado en sus gruesos labios, una sutil máscara de pestañas, un ligero rubor sobre sus mejillas y el brillo intenso de su mirada, que parecía estar hecha de lágrimas.
No cogió el ascensor, no tuvo paciencia para esperarlo, era un piso solo y bajó tranquila.
Salió a la calle y justo en ese momento apareció él caminando hacia ella.
VI
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Cuántos sentimientos guardados, cuántos deseos aletargados, dormidos entre sus sábanas. Cuántos besos perdidos en suspiros
de añoranza. Cuántas palabras de amor volando por los aires de ninguna parte. Cuánta soledad de caricias…
Se fugó el bullicio de la calle por las rendijas
del vientecillo que venía del mar. Era una brisa templada del este, que calentaba el silencio reinante. Se calló el mundo. Sólo hablaban sus ojos. Ella, en la puerta del hotel ; él, junto a su pecho. No existía nada más, nadie más. Sus miradas sostenidas en una eternidad de momentos dulces , de alientos contenidos;
pasión y fuego en sus ojos verdes; fuego y pasión en sus ojos negros. Ojos de enamorados, extasiados, brillantes como la lluvia limpia. Solos ellos en su propio mundo.
Se detuvo el tiempo a contemplarlos y tuvo envidia de no ser eterno.
¡ Estás… estás bellísima, mi amor! No puedo dejar de mirarte…, no puedo, mi amor…
Yo…, yo tampoco quiero dejar…, dejar de mirarte…
Pero…, vámonos de aquí… Quiero saber de ti, conocerte…, y que tú sepas de mí…
La cogió de la mano y notó una sensación eléctrica que la conmovió. Esto no podía estar sucediendo, no terminaba de creérselo.
La condujo hasta un coche de dos plazas descapotable, muy bonito, y arrancó a toda velocidad.¡ Qué guapo estaba! __pensaba. El viento le retiraba el cabello y dejaba libre su cuello. Lo miraba de reojo, se lo hubiera besado allí mismo, pero sintió pudor.
¿A dónde vamos?__preguntó curiosa.
Ya lo vas a ver. Es el restaurante de un buen amigo. Se come muy bien, pero…, no tan bien como en el mío, jeje.
De pronto, soltó una mano del volante y buscó la suya. Le acarició dedo a dedo, y se la acercó a sus labios. Su piel de mujer acogió su aliento, llama encendida, prendido en su beso.
Después, la bajó a su muslo y lo acarició presionándolo. Ella, instintivamente, se encogió y la apartó llevándola a su boca. Unas luces de frente, cegadoras, pusieron de nuevo la mano en el volante. La hubiera besado tantas veces bajo la mirada de la luna…
Conducían al lado del mar, todo él era un festival de luces,poblado de innumerables barcos. El restaurante, junto al agua, era un palacete antiguo de tres alturas, En la parte baja se distribuían un gran salón moruno y habitáculos reservados. Las partes altas eran viviendas de lujo.Estaba rodeado de piscina y jardines perfectamente cuidados, decorados con veladores y sillones blancos, donde se tomaban copas y se podía hacer uso de la piscina.
Ocuparon un reservado, con un gran ventanal al Bósforo. La mesa, perfecta ; el lugar, de ensueño, y ellos dos, los únicos habitantes en la tierra del amor y el deseo.
Déjame que te sorprenda __le dijo cogiéndole una mano y besándola con elegancia.
Vale, estará todo bien. Mejor la sorpresa.
Entró un camarero de blanco y comenzó a servir platos. Ostras para abrir boca, pulpo delicioso, después unas gambas cocinadas con especias al estilo turco. Luego una sopa que estaba elaborada con cebolla, pistachos y nata. Para finalizar, pescado en parrilla y postre de la casa. Y lo que hubiera gustado ella. El cielo en forma de merengue le habría bajado.
Sabía que las ostras te gustaban__le susurró.
Me lo ha dicho un pajarito.
Mis amigas, seguro. ¿Quién, si no?
Estás preciosa__cambió la conversación. Me has hipnotizado, mi amor.
Y tú me echaste algo en la bebida la primera noche. ¿Qué nos ha pasado?
Quiero hacerte el amor. Lo deseo tanto…
Ella no esperaba que se lo dijera así, de sopetón. No supo qué decir. Se quedó callada,
Sólo si tú lo deseas__continuó él. ¿Lo deseas?
Sus pies se rozaron sin querer, se buscaron bajo la mesa. Estalló el deseo. Pasaron unos segundos de tenso silencio. Le entró miedo.
Ese paso aún no estoy segura de darlo__contestó sin creerse lo que decía.
¿A qué esperas, Marta?__se dijo a sí misma. Te vas mañana, a las 13:00 h. sale tu avión. No tienes tiempo. Pero me iría herida de muerte__se contestó . No, es mejor así. No dar ese paso. Moriría de amor en sus brazos.
Se sintió perdida, vagando por un laberinto de dudas y desasosiego. Si se entregaba a él, no podría vivir sin él.
Khalid… __le dijo con lágrimas en los ojos. Llévame al hotel, lo nuestro ha sido un regalo del cielo, o de la luna de Estambul. Te recordaré siempre, irás conmigo siempre, amor mio. Te ruego que me me lleves al hotel. Es mejor despedirnos ahora, sí…, está decidido. Es mejor así, es mejor…
Pensaba, desgarrada, que si aceptaba, no podría regresar a España.
VII
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Se perdió la luna, miles de estrellas dejaban sus lágrimas de plata en el mar. Dormían las traviesas gaviotas. El viento traía el eco de las canciones que sonaban en los restaurantes lejanos . Se escuchaban los pasos del mar dejando su huella en los embarcaderos. El jardín comenzaba a poblarse de gente, parejas que conversaban con una copa en la mano, grupos de amigos que reían discretamente, algún hombre solitario disfrutando del fresco de la noche, quizás rumiando sus penas.
Se perdió la luna que tanto amaban. Apareció la noche más oscura, más oscura sin ella.
En el reservado del restaurante Khalid y Marta
seguían en silencio, unidos. El le había echado el brazo por sus hombros y apoyaba su cabeza en la de ella.
La deseaba, la deseaba tanto como ella a él. Pero no podía soportar no tenerla a su lado. Se resistía a llevarla al hotel y perderla para siempre. Por eso quiso obviar el tema y comenzó a hablarle de él. No deseaba agobiarla, estaba dispuesto a cualquier cosa menos a continuar las horas de aquella noche sin sus ojos, esas esmeraldas tan lindas que lo sacaban de quicio. Se miraba en ellos y se sentía seguro.
No te he dicho que mi madre es turca y mi padre es alemán . Está muy enferma. Mi padre vive en Alemania. Llevan separados mucho tiempo. Ella aún lo ama. Me gustaría que lo viera por última vez.
A Marta se le había esfumado la idea de irse. Le interesaba la vida de Khalid, conocerlo más,porque sabía, sin equivocarse, que más lo amaría.
Llámalo ¿Tienes contacto con él?
Claro, he vivido con él hasta hace unos años. Yo quería volver aquí, a Estambul, con mi madre. Él me ha dado carrera y me ha ayudado con liras, dinero de aquí, como tú sabes….No sé si podrá venir. Tiene una mujer muy egoísta. No lo deja en paz.
Dile que ella necesita verlo, que no lo perdonarás si no viene.
Voy a intentarlo. Pero… no sé, no, sé…
¿Tienes más hermanos, a parte del que tiene la tienda?
De mi madre no, luego tengo dos hermanastros, varones también.
¿Estás con alguien? ¿ Tienes pareja? Marta se lo preguntó con miedo a la respuesta.
Tuve una novia, una novia en Alemania , pero no salió bien. Ella me… dejó. No quiso venir conmigo. Era alemana. Ya está olvidada.
Umm, qué bien huele tu pelo, llevas un perfume que me recuerda el aroma de las flores silvestres, unas flores que nacen en los montes de Turquía y huelen a aire limpio, y a canela. Tienen un tacto cálido y suave, como tu piel. Khalid hundió su nariz en su cabello, lo besó largamente, como queriendo adueñarse de su aroma para toda la vida.
Ella no podía vivir sin su latido. Escuchaba el tic tac acompasado de su corazón, su oído en su pecho. Y él puso la mano en el suyo, acariciandolo sobre su blusa de seda. Sus pechos, como dos cabritillos, desearon correr libres,por la llanura de su mano . No cabía más felicidad . Tan juntos, mirando el cielo estrellado. Una estrella cayó fugaz, se desplomó en un instante sobre el mar . Marta pensó en su amor, su amor como una estrella fugaz. Mañana estaría muy lejos ¿Qué sería de ella? ¿Cómo viviría sin su sonrisa? ¡ Qué largos se harán los días sin escuchar su voz, sin mirarse en sus ojos rasgados, sin sentir el tacto de sus manos, sin sus besos, sus amados besos., sus besos de miel, pegados para siempre a sus labios!
Y como si leyera su pensamiento ,Khalid le subió la barbilla y la atrapó, atrapó su boca, recorrió sus labios . Se besaron, se besaron como si se acabara el mundo y fuera el último beso. Beso apasionado, como un ave recogida en su nido, guardado en su boca.
Les dolían los labios, les dolía la boca, dos bocas que no querían descansar, agitadas por el huracán de sus lenguas, dos bocas arrastradas a morir en la vorágine de sus besos.
No tenía voluntad. Marta la había perdido. Se sentía como un pañuelo en manos del viento. No quería tener voluntad.
Pararon sus besos para beber un trago de té, que estaba frío ya. Ella volvió a la realidad.
Madre mía… Khalid… ¿Qué edad tienes? Esto no va a ninguna parte. Eres muy joven. Y yo…
¿Qué importa eso?__No la dejó hablar. Me gustan las mujeres mayores.. Siempre me han gustado. Son más hermosas, saben amar sin prisa. Las jóvenes tienen demasiada prisa. No saben amar con calma, esperando…, saboreando cada momento.
Yo soy mucho mayor que tú ; en Murcia, donde vivo, me dirían asaltacunas.
¿Qué es eso?
Se les dice a las mujeres que se enamoran de jovencitos. Y a los hombres también, pero está mejor visto.
Pues tú eres mi asaltacunas favorita… Te amo.
Te propongo una cosa, pero me prometes que aceptarás..
Ah, eso sí que no. Dime lo que es.
No es llevarte a la cama, tranquila, mi amor.
Marta se sintió un poco decepcionada. Le hubiera gustado esa proposición, estaba hecha un lío. Pero, mejor así, ¿o no? ¿Por qué se resistía a acostarse con él, si era lo que más deseaba? ¿Por qué se martirizaba tanto?
En ese caso te prometo que aceptaré. Le contestó intrigada.

VIII

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Estambul, antigua Constantinopla, vivía la noche envuelta en alharacas de oro y plata. Noche interminable. Estambul, nombrada por el poeta en su Canción del pirata, era, es una ciudad mágica.Toda ella es embrujo, es espíritu que corretea por el mar, sirena de corazones y sueños, que navega
llena de vida, vestida de contrastes de pobreza y de lujo, de mezquitas y rascacielos; crisol de civilizaciones, regazo del mar, ancestral y codiciado. Afrodita que toca las almas con su varita y quedan presas del Amor, atadas al deseo, encadenadas a él para siempre. Doncella de mil velos y mil noches, bruja y duende…
Marta y Khalid , cogidos por la cintura, embrujados por el duende de la ciudad, abandonaron el restaurante. Ella sintió que el cielo la protegía, él se sintió volar a su lado. La luna, repleta de corazones de margaritas, dorada como su cabello, volvió a aparecer en el firmamento con su séquito de estrellas. Parecía que se había tragado el sol. Que no existía más sol, ni más mundo, que no había más noches ni más días, solo ella y sus amantes, sólo ese momento sin horizonte, sin horas, sin tiempo mortal. El único instante superviviente a su fugacidad.
Volaban en su Ford, color cobalto, coordinado con la noche, Subían por un camino empinado, serpenteado y estrecho, un río de nácar entre el verdor de la vegetación exuberante. A ambos lados del sendero aparecían salpicadas entre el verde mansiones exclusivas para millonarios.
Aparcó junto a un mirador, pequeñito como un balcón, escondido en un saliente del terreno de difícil acceso.
Ven…, sal, mi amor. Quiero que conozcas mi lugar favorito. Está tan escondido, que muy poca gente lo conoce. Lleva cuidado, la barandilla está sin restaurar no sé el tiempo.
Desde que la pusieron__apuntó ella.
Seguramente, es lo más probable. No te fijes en ella.
Apoyes, querrás decir, Khalid.
Eso es, apoyes. Y continuó hablando.
¿Sabes? Estamos en una de las siete colinas romanas. Esta ciudad fue capital del Imperio Romano de Oriente. ¡Cuántas historias sabrá! Si las ciudades pudieran hablar… sería un lujo para la cultura, serían guías del saber__. Se quedó pensativo.
Es impresionante la infinidad de pueblos que la colonizaron, desde mucho antes del nacimiento de Cristo__argumentó ella. ¿Qué religión profesas, Khalid?__Se atrevió con esta cuestión.
No soy religioso, respeto la religión de mis padres, ella, musulmana ; él, católico. He convivido con los dos y no he tomado partido por ninguna. Mi religión es el Amor y el trabajo.
Es ser buena persona, no hacer daño, vivir contando la felicidad, no el odio. Vivir … vivir… Amar cada momento como si fuera el último, cada caricia, como la última de las caricias. Tú ahora eres mi religión. A ti te venero, mi amor.
Estambul se extendía a sus pies, con su hilera de barcos esperando el permiso para cruzar el estrecho del Bósforo; con su cuerno de oro, bellísimo, con sus bailarinas de la danza del vientre, sus derviches, sus cisternas y su pócima de amores.
Ven aquí, conmigo…, más cerca, deja que mis brazos te rodeen __La atrajo con fuerza. Ahora no te escapas. Quiero eternizarte en mí.
Sus manos en su cintura, sus ojos frente a frente , sus labios, detenidos en el aire de su aliento, se buscaban unos instantes sin juntarse. Los de él, de rosado bronce ; los de ella, de fresa y azúcar. Una distancia buscada que acrecentaba el deseo. Se acercaron muy despacio; y como dos ejércitos enfrentados, se lanzaron en busca de esos besos que se habían hecho esperar.
Ella notó que su deseo se desbocaba y quiso apartarse, pero no pudo. Le costaba respirar. Sintió escalofríos cuando notó el deseo de él, su deseo viril presionándole el centro de sus muslos. Lo llevaba deseando desde que comenzó a amarlo y no se apartó.
Para mí__le dijo al oído con voz meliflua__ el sexo es un juego. No es necesario consumar el acto de amor, aunque no hay que restarle importancia. Khalid temió que Marta continuara con su negativa, omitió ese tema y siguió con el juego. Todo menos perderla.
. Pero… es mejor jugar. ¿Quieres jugar conmigo? Quiero que disfrutes más que nunca, que seas feliz… mi bella princesa española.
La miró con picardía, con esa sonrisa que la enfermaba de amor, de pasión y de locura.
No pudo contestar… se dejó hacer…perdida para siempre.
Se acomodaron en los asientos echados hacia atrás del amplio descapotable, eran bastante confortables.
Parecía un clavel pálido, hasta que él le besó el cuello y volvió el color a sus pétalos, besos suaves y seguidos que le provocaban mil sensaciones de placer. Su lengua recorrió su oreja ,la mojó, mojó su cuello,y entró en sus labios, y sus besos se hicieron más profundos. Le soltó la blusa y besó sus pechos, tersos aún . La miró a los ojos dos segundos… diez segundos. ¡ Eres preciosa, te amo, te amo!
Acarició cada poro de su piel, dulcemente, suavemente, sin prisa, sembrando rosas de amor en todo su cuerpo y bebiendo el aroma de sus pétalos.
¿Quieres que… qué sigamos jugando? Te deseo como nunca a nadie he deseado. Pero sólo si tú lo deseas como yo.
Ella hacía tiempo que se había rendido , nada le importaba, sólo estar junto a él.
Hazme el amor, es lo único que deseo en esta vida. Te amo, te amo, te amo tanto… Historia de un Amor

IX

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La luna respetó su amor. Se retiró sibilina a descansar sobre el mar. Iba alegre. En el fondo, ella había tenido mucha culpa del embrujo que había seducido a los enamorados. Actuó como una celestina. Cuando observó que se miraban la noche que se conocieron, y vio en sus ojos tanta necesidad de amar y de ser amados, decidió actuar.
Hechizar a Khalid no le costó demasiado trabajo, bastó con echarle polvo de la estrella del amor en su copa, lo que provocó la atracción. Hechizar a Marta le costó mucho más. Tuvo que poner en su bebida polvo de la estrella del sueño. Y Marta soñó con él. Utilizaba esta estrella en muy contadas ocasiones porque se despendolaba a menudo e inventaba sueños algo subiditos de tono. Marta, tan comedida, siempre en su sitio, tan responsable de sus actos, sin perder nunca los papeles, necesitaba un bebedizo más fuerte para no fallar. Y dio resultado.
. Después les hizo pequeños trucos, rielando sobre el cabello de ella, o escondiéndose en sus ojos o desapareciendo para darles intimidad… Estaba satisfecha de su trabajo. Había hecho que dos personas solitarias, bajo su influjo, encontraran el amor.Tambien es verdad que existía una predisposición de los dos a conocerse y a quererse. Si no, habría sido imposible. A partir de ahora, serán ellos los que decidirán sobre sus vidas. Veremos qué pasará . Yo me voy por donde he venido.
Y la luna se adentró en el mar.
Marta y Khalid seguían en el descapotable, amándose locamente. Habían deseado con tanto fuego este momento, que no querían que ser esfumara como una bocanada de humo.
La hizo suya de un modo delicado, sutil, con tanta dulzura, que lloró de placer y de alegría. Lloró y él besó sus ojos, lloró y lamío sus lágrimas, despacio, degustando en su boca su sabor salado. Entonces, los besos llegaron más calmados, sin la vehemencia del principio. Él, unido a ella, soñando con ella, con volver a amarla, a sentirse dentro de ella, Ella, unida a él,a su aroma, a su tacto, impregnandose de su juventud, deseando ser amada de nuevo.
Agototaban las últimas horas de la noche juntos, tocándose como dos ciegos, reteniendo en la memoria cada trozo de piel, cada curva de sus labios, cada latido de sus corazones, cada mirada… Sus manos se buscaban, sus bocas se buscaban, sus almas se buscaban…
El cielo se entristeció con la huida de la luna. No tenían ni idea de la hora que podría ser. Envío un WhatsApp a sus amigas para que no se preocuparan y comprobó que eran las 2:00
El tiempo iba demasiado rápido. Pensó que con estar para hacer el equipaje era suficiente. A las 11:00 la agencia de viajes las recogería para llevarlas al aeropuerto. No quería irse.
No quería alejarse de él. Pero tenía que hacerlo
Se encontraba tan bien, tan feliz que mandó el sueño a paseo. No quería sueño.
Reían, se hacían cosquillas, se buscaban…
Se hicieron fotos ( a ella le encantaba la fotografía) Muchas fotos para inmortalizar su amor.
¿Te das cuenta que todos nuestros encuentros han sido de noche? Le dijo a Khalid. Llegamos de noche también.
Y noches con luna llena. Me encanta la luna. Siempre me ha atraído. Es bella y misteriosa, tiene magia ¿Te gusta a ti?
Me gustaba muchísimo,Khalid, pero ahora me gustará más aún. Cuando la mire, te veré a ti. Mañana ,en Murcia, pensaré que esto ha sido un regalo de la luna, un hermoso sueño, una ilusión…, y la miraré y veré tus ojos.
. Comenzó a llorar en su hombro. No podía pensar en separarse de él, pero tenía que irse. La angustia, el dolor que sentía en el pecho, la dejaron hecha un mar de penas. ¿Por qué esta tristeza que me ahoga?_se decía.
Quédate conmigo, tengo una casa acogedora y está vacía. No te vayas… , moriré si me dejas. Aquí en Estambul se vive muy bien. Tú vas a estar a gusto conmigo. Yo viviré para ti.
He de irme, mi sitio está allí y mi trabajo… Ay, mi vida,… Y tu sitio está aquí, con tus negocios,
tu familia y tu madre enferma. Nuestras vidas están destinadas a no encontrarse. Así es.
Pero, quizás tu puedas volver, o yo ir a tu Murcia,, mi amor. No quiero perderte… Noo.
Puede ser, claro que sí, cielo.__lo consoló con una mentirijilla. Claro que sí puedes venir a Murcia. Y yo volver aquí, a la ciudad de nuestro amor.
Mi amor, dicen o se dice que quien visita Estambul, vuelve seguro.. Tiene magia esta ciudad__Se sentía orgulloso de ella
Pues, si es así, volveré, cariño mío.
Marta sabía que era muy difícil que volvieran a verse. Se escribirían, se llamarían los primeros días, pero terminaría olvidándose de ella. Era muy joven, demasiado joven. Encontraría una chica de su edad y se casaría con ella.
Khalid__le susurró. No pensemos en mañana, un mañana sin tus besos, pensemos en ahora. Llévame a tu casa. Aún nos queda tiempo para seguír amándonos. Llévame a casa.

X

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Amores hay que fugaces corren a su desaparición. Que son como burbujas de jabón, que se elevan un momento redondas y caen deshechas en el suelo, que se transforman en odio o en nada. Amores que viven toda una vida de vacío, que rumian los restos de lo que fueron, que se acostumbran al hastío o a la costumbre.
Amores que truecan la pasión por el cariño, el el ímpetu por la calma, la valentía por el miedo. Pero siguen siendo amores.
También hay amores extraordinarios, de película, de novela o de cuento de hadas, que dejan su marca para siempre. Amores que son llama encendida, fuego ardiente, deseo, locura, embeleso…, amores que te arrancan una sonrisa, un furtivo beso, una caricia loca…,
tocados por la flecha de Cupido, elegidos por la mano de la luna… Amores inolvidables y únicos, amores que hacen suspirar.
Khalid y Marta habían sido tocados por la diosa Luna. Ni ellos mismos atinaban a comprender lo que les estaba sucediendo.
El coche callejeaba por Estambul. Era una delicia a esas horas, sin excesivo tráfico.
Recibir la brisa fresca en la cara, cogidos de la mano, mientras con la otra sostenía Khalid el volante, mirarse de reojo, desear sus labios con el mismo ímpetu del principio,sin perder un ápice de deseo, notar un volcán en el pecho… Querer volver a hacer el amor, con la prisa de dos chiquillos por atrapar antes un columpio, les daba vida. Estaban vivos. Ella sólo sostenía un pensamiento en la cabeza : sentirlo dentro de sus entrañas una vez más, ver sus ojos de felicidad, mirar su cuerpo serpentear por el suyo, abrazados, unidos en ellos en un momento sin fin. Y gritarlo al viento y al mar y al cielo y a todo.
Ella le acariciaba la cara, repasaba sus labios, con su dedo y él lo mordisqueaba .El tocó sus muslos, su cuerpo vibraba cuando su mano subió, escaló por su piel… Ella dejó escapar un grito, luego una risa, y otra…
¿De qué te ríes?
De que vamos a tener un accidente, si no sujetas el volante con las dos manos, vamos a portarnos bien. No quiero morir sin conocer tu casa.
Nuestra casa, amor mío. Tú ya tienes una casa en Estambul. Es tuya. Pero antes… Jejeje.
Ahora eres tú el que ríe. ¿ehh?
El vehículo cambió de dirección, se detuvo bajo una pinada, junto al mar. Se olía a algas y a sal y a gaviotas. Él salió a por ella. Y allí, bajo las finas hojas de alambre de los pinos, tumbados sobre la alfombra de arena, volvieron a amarse con la misma inquietud, con la misma furia. con la misma intensidad, como locos enamorados.
Llegaron por fin a casa de Khalid. No hubo más paradas en este huracanado trayecto.
Las horas se agotaban, amanecía a pasos lentos, la aurora era muy madrugadora en esta parte del mundo.
Sonaba un trino de pajarillos en el jardín de la casa. Era un duplex antiguo de madera,azul y blanca, restaurado con gusto, decoración minimalista . Un gran salón, cocina y aseo ocupaban la parte baja. Arriba, un estudio, un baño amplio con bañera de masaje y dos dormitorios. El principal con una terraza que daba al jardín y a la piscina.
Marta moría de emoción. Encerrada en el baño, olía, se impregnaba del olor de sus trastos de afeitar, de su perfume, de su espuma, del tacto de sus toallas. Allí podría ser feliz_pensó. Inmensamente feliz.
Khalid llamó a la puerta, ella le abrió nerviosa,
¿Quieres que nos bañemos juntos? ¿bañera o piscina? Elige, mi princesa española. O… ¿nos vamos a la cama? Es muy cómoda y grande…y…
Llévame a la cama_No lo dejó acabar. Y… después…, nos damos un baño para despejarnos. ¿Quieres?
La llevó en brazos al estilo de los galanes de cine y la dejó caer con suavidad. Las sábanas de seda los atraparon en una dulzura sin límite.
Entre besos y caricias, y licores de amor, abrazados, se durmieron, unidos en un solo aliento.
Ella había puesto el vibrador del móvil a las 8:00. Vibró unos minutos antes con una llamada de sus amigas. Estaban desayunando con las maletas hechas ya.
Su amor dormía profundamente, lo miró largos minutos y guardó este momento para soñarlo toda su vida. Se levantó sin hacer ruido, las piernas no le obedecían, no podía irse y dejarlo allí. Pero era mejor así, despedirse de él le suponía un dolor insoportable, No podría decirle:» adiós, hasta nunca, amor, mi vida «
Se vistió como pudo, desgarrada, y salió a la calle. Necesitaba caminar, llorar de rabia y de amor. Estambul lloraba con ella, la niebla se dshilachaba en gotas de humedad, Había bruma y silencio. El graznido de las gaviotas la acompañaba. Le pareció un canto apagado, un himno a su tristeza.
Se ha acabado, Marta__se decía. Todo ha terminado. Adiós, amor mío.
Anduvo un rato perdida , vagando por la ciudad de los embrujos, hasta que encontró un taxi.

 

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FIN.

Amor efímero , como pompas de jabón . JIMM

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VISTA PANORÁMICA DE ESTAMBUL

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                LUCÍA ABADÍA GIMÉNEZ           

SEGUNDA PARTE

2

I

 

 

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Estambul, bajo un blanco manto de inquietas nubes, se unía en un manojo homogéneo de calles,mezquitas y plazas, cada vez más pequeño. El Bósforo era un hilo azul, surcado por diminutos barcos, las montañas no eran más que bultillos de tierra, apenas elevados sobre sus pies. La ciudad se perdía en el mapa de los sueños. Adiós, querida Estambul.
El avión iba tomando altura, el cielo se hacía más inmenso, como más inmensa era la tristeza de Marta. A pesar del calor de sus amigas, de sus ánimos y buenas palabras, se había hundido, sentía una pena tan honda, que le anudaba la respiración. No podía imaginar la vida sin él, la persona que la había trastornado por completo, su Khalid de su alma.
Hasta subir al avión había albergado la esperanza de volver a verlo, pensaba que aparecería en cualquier momento y no la dejaría embarcar. La cogería de la mano y la raptaría. Entonces sería suya para siempre.
Pero la realidad aplastante era que iba camino de Murcia. Todo tenía su final.
Marta cerraba los ojos intentando dormir, mas la imagen de su amado no la dejaba. Sus ojos profundos, que guardaban la noche en sus pupilas, la miraban ;su boca fresca, de cerezas recién cogidas, la besaba. ( Un beso, mil besos que ella le daría y se quedaría dormida en el nido de sus labios) Y sus manos morenas acariciaban las suyas, su cara, sus mejillas, su piel palmo a palmo, poro a poro…
Recordando las horas vividas con él, sonreía, se le ponía cara de boba, pero se quedó dormida, el cansancio la rindió. Llevaba muchas horas sin que la visitara Morfeo.
Se despertó cuando estaban sirviendo las comidas. Miró a través de la ventanilla y no vio a su adorada Estambul, solo tierra y mar, otra tierra y otro mar más familiares, pero que en esos momentos no le decían nada. No significaban nada.
Esther, la amiga que había estado más pendiente de ella, sentada a su lado, inició la conversación para distraerla :
¿Qué?… Verás cómo poco a poco lo vas olvidando. Cuando estés en casa…, pensarás que todo ha sido un sueño precioso. Anímate, Marta, no me gusta verte así.
Esto no tiene sentido, Esther, sé que no tengo nada que hacer con él, pero lo quiero; es…, algo que no te sé explicar…, es como si lo conociera de otra vida. No sé…, como si fuéramos parte el uno del otro desde hace tiempo, no desde Estambul.
Hija mía, me dejas a cuadros. En fin… De todas formas tenéis el teléfono, podéis hablar.
No sé si quiero hablar con él, creo que lo mejor sería borrar su rastro y ya está. Esto hay que pasarlo como el sarampión. Lo guardaré como el más bello recuerdo que me ha sucedido jamás. Ha sido increíble. No te puedes imaginar lo cariñoso que es, y lo atento. Es un sol y lo quiero, no lo puedo remediar.
Bueno, bueno… Tú has sido siempre muy sensata. Esto pasará, seguro que sí ¿vale? –Le contestó sin apenas argumentos para sacarla de su sueño y volverla a la realidad.
Marta no le contestó, zanjó la conversación y volvió a sus pensamientos. No iba a ser capaz de borrar nada. En su interior deseaba saber de él, hablar con él ,conocer su reacción al despertar y no verla a su lado. Imaginaba mil situaciones distintas, sin embargo no sabía la verdad.
Khalid se despertó sobre las once de la mañana, extendió el brazo para acariciarla y se topó con el vacío. Su amor no estaba. La buscó por el jardín, por la casa… Observó el reloj y comprendió que se había ido ¿Cómo es posible que me haya dormido? — Se decía. Y se maldecía y la maldecía a ella por no haberlo despertado.
Se vistió de prisa, cogió el coche y se dirigió al aeropuerto. Había una larga distancia, el descapotable corría veloz, el tráfico era intenso. A pesar de su inquietud por llegar a tiempo, de saltarse el código de circulación y arriesgar su vida, no llegó, no llegó a tiempo de verla, de abrazarla,de decirle :» Hasta pronto, mi amor «
Miró al cielo, el avión despegaba en ese instante.. Lo había preguntado, acababa de salir dirección Valencia.

 

II

 

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El avión continuaba su viaje a Valencia. El cielo presumía de un azul celeste y sublime. Atrás quedaron las escasas nubes que cubrían Estambul al salir. Atrás quedaban sus sueños. A través de la ventanilla se dibujaban nítidos la tierra y el mar, coqueteando la una con el otro y viceversa.
Qué poca cosa somos, qué insignificantes comparados con el universo –cavilaba Marta. El ser humano es un suspiro en el tiempo, tan
vulnerable, tan débil… A merced de tantos peligros, de tantas fuerzas superiores a él.
Ella misma se sentía como una hoja de otoño vapuleada por el viento, un viento que la azotaba hasta dejarla sin vida, caída en su desesperación. El viento absurdo de la sinrazón, de lo inexplicable. Por más vueltas que le daba, no encontraba la lógica a su estado de ánimo por ningún lado.
La imagen de Khalid la perturbaba. Sus pensamientos tenían dueño, su corazón tenía dueño y su alma estaba secuestrada. Él la había secuestrado. Era una mujer perdida, sin alma, sin rumbo y sin voluntad.
Continuó el viaje en silencio, escuchando conversar a sus amigas. A veces se eclipsaba en un duermevela pasajero y abría los ojos sobresaltada sin saber dónde se hallaba. Y al momento él aparecía en su mente y la angustia le pellizcaba el estómago y se le secaba la boca. Sentía necesidad de llorar, de llorar hasta quedarse sin lágrimas.
Al bajar del avión, conectó el teléfono. Tenía varios WhatsApp, entre ellos el de su madre y sus hijos. Y de él, de su amor inolvidable. Con temblor en las manos lo leyó primero :
«Mi amor, ¿Cómo te has ido sin decirme nada?
Estoy en el aeropuerto, viendo tu avión. Te amo, te amo. Por unos minutos no nos hemos visto. Te escribiré, nos vemos pronto mi amor. Esto no acaba aquí. Te amo mucho»
¡¡Había ido a verla!! ¡¡Él había ido al aeropuerto!! La alegría volvió a sus ojos.
Pensó contestarle inmediatamente, pero leyó antes los WhatsApp de su familia : sus hijos, su madre y Gonzalo. Todos preguntando por dónde iban y cuándo llegarían.
El contacto con el mundo real, le puso los pies en la tierra. Seguir con esta locura, con esta obsesión no era bueno y se animó pensando que el tiempo lo curaría todo. Había q dejar transcurrir el tiempo. No, no lo volvería a llamar. Pero una fuerza superior la obligó a contestarle :
«Ya estamos en Valencia. Te amo, te querré siempre. Jamás te olvidaré.»
Le pareció que el mensaje había sonado a despedida, y, aunque lo adoraba, estaba decidida a pasar página. Tenía que intentarlo.
¡Gonzalo! No se había acordado de él en todo el viaje. Su gran amigo estaba deseando verla y le decía en el WhatsApp que la recogería en la estación.
En el largo viaje en tren a Murcia, pues aún no tenían Ave, le sobró tiempo para meditar.
Gonzalo estaba enamorado de ella desde la adolescencia. Pertenecían a la misma pandilla de la playa y todos sabían lo loco que andaba por ella.
Cuando Marta se separó, él estaba ahí, a su lado, ayudándola a superar el mal momento.
Le recogía los niños del colegio, si lo necesitaba ; resolvía sus problemas, se quedaba con los pequeños cuando ella salía con sus amigas… Fue su brazo amigo, el amigo fiel que lo tenía para siempre. Y lo seguía siendo.
. Ella no lo amaba, pero no quería herirlo. Contarle lo sucedido con Khalid no iba a ser fácil. Y tenía que contárselo.
Pensó en su ex marido, ya lo había olvidado y perdonado. Un ser inmaduro que le venía grande el matrimonio. Que quería nuevas experiencias sin ataduras, encontrarse a sí mismo. En fin, eso había pasado hacía mucho tiempo.
Pensó en sus hijos y le entraron unas ganas terribles de abrazarlos. Aún la necesitaban esos dos varones de veinte y diecisiete años.
Pensó en su trabajo. Le gustaba la enseñanza.
Era feliz con sus alumnos, se lo pasaba muy bien con ellos. Le satisfacía enseñar.
¿Ves, Marta? — Reflexionaba. Tienes muchas cosas positivas que te van a ayudar a olvidar.
El tren entraba en la estación de Nuestra Señora del Carmen. Ya estaban en su tierra.

 

III

 

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Julio acababa de saltar el ecuador. Murcia recibía a las cinco amigas con un calor endiablado,recién salido del infierno. El bendito mes estaba recreándose a gusto este 2018. El reloj redondo de agujas y bordes negros marcaba las 10:30 de la noche.
En la estación había poco movimiento. Se olía a nostalgia y soledad, a inciertos destinos y llegadas a ninguna parte.
Las farolas alargaban su luz pajiza, de trigo seco, entre las bocanadas de neblina húmeda y asfixiante. Los pasajeros bajaban sus maletas y corrían a buscar un taxi, otros eran recibidos con abrazos por sus familiares.
Las cinco amigas se despidieron allí. Cada una tomó una dirección distinta.
A Marta la recibió Gonzalo. Se dieron un largo abrazo, a él le costó soltarla, pero ella se apartó incómoda.
Te he echado de menos — Le dijo al oído. Está todo el mundo en la playa. Aquí no queda casi nadie. Un aburrimiento…, sin ti–Alargó la frase intencionadamente.
Yo…, un poquito también –Mintió. Aunque no hemos tenido tiempo más que de ver y ver cosas. Estambul es preciosa, qué ciudad más bonita…, y enorme.
Yo fui hace muchos años con Isabel, ya no me acuerdo. Esto te lo he dicho cincuenta veces.
(Gonzalo estaba separado de Isabel, con la que nunca debió casarse porque no la amaba. Tenía una hija adolescente que vivía con la madre)
Sí, sí me lo has dicho muchas veces.
En agosto voy por mi hija ¿te vienes conmigo?
Es ir y venir. Podemos comer un caldero en Cabo de Palos. ¿Qué te parece?
No sé decirte ahora mismo, Gonzalo, estoy recién llegada. Ya veremos.
Pero… cuéntame… ¿Qué tal el viaje? ¿Cómo lo habéis pasado?
Marta se quedó abstraída, la mirada fija en el salpicadero del coche, y su corazón, muy lejos de allí. Estaba junto a Khalid en cada sitio que se habían amado ,en cada restaurante, en cada rincón, en cada palmo de su casa, en cada zafiro del Bósforo, y en cada oro de la luna. Esa luna esférica y brillante que los había subyugado con su mirada celestina.
Ella, después del mensaje enviado a su amor, no había vuelto a saber de él. Su móvil descansaba sin pitidos de aviso.
Conversaban de camino a casa de ella en el todoterreno de Gonzalo. La hallaría sola, pues su madre, viuda, y sus hijos estaban en la playa.
¿Qué te pasa? A ti te pasa algo–Le preguntó preocupado. ¿Me estás escuchando?
Ella suspiró profundamente, se quedó callada, le costaba arrancar, el cansancio le había llegado de golpe y le faltaban fuerzas para contarle a su amigo su historia de amor. Por otro lado, deseaba estar sola y dormir y pensar y soñar y recordar… Y amar.
Estoy agotada, mañana hablamos, ahora necesito dormir, descansar en mi cama. Estoy deseando pillarla.
Gonzalo lo entendió, siempre la entendía. Descargó el equipaje, le ayudó a subirlo, le dio las buenas noches y se fue.
Al fin sola, con su amor metido en cada milímetro de su piel, en cada surco de sus labios, en cada vaivén de su pecho, en cada suspiro, en cada lágrima…En cada instante de su existencia.
Al fin pudo escuchar tranquila la canción de Yasmine Levy «Una noche más». Y recordó su cuerpo desnudo sobre las sábanas de seda haciéndole el amor. Recordó los últimos minutos que pasó con él observando su sueño, velando su respiración. Recordó la última caricia, el último beso…, y deseó una noche más. Sólo una noche más a su lado.

 

IV

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He venido a verte, mi amor. Aquí me tienes. No podía estar más tiempo solo, sin tu calor, sin tus besos, sin tus caricias . Te amo tanto… Estambul está triste sin ti. Yo estoy triste sin ti. Qué alegría volver a tenerte entre mis brazos. Qué alegría sentirte tan cerca. Tocarte, olerte. Ummm qué bien hueles. Hueles a flores silvestres de nuestra Estambul querida.
Cuánto he soñado con este momento. Te amo, te amo… Te amo, te amo…, mi princesa.
Pero… ¿Estás aquí? ¿De verdad? No me lo puedo creer. Oh, Dios mío, qué feliz soy.
Pellízcame, dime que no es un sueño. Dime que no estoy soñando. ¡Dímelo!
No, no estás soñando. Ya te dije que volveríamos a vernos. No podemos estar separados. Tú y yo siempre juntos, mí amor… He cogido el primer vuelo directo, no podía esperar más. Te he seguido, mi amor.
Siempre juntos, Khalid, amor mío. Bésame, bésame…, que me muero por tus besos, por tu boca, por tus ojos , esos ojos que me tienen loquita. Que me muero por verlos.
Quiero hacerte el amor ya, ya, ya… Lo deseo tanto…mi princesa española. Acércate más a mí. Acércate a mí…, que nuestros cuerpos sean uno, uno para siempre. Así… , muy juntos…Así, mi amor…
Hazme el amor, sí, sí… , que tu cuerpo me lleve al paraíso de tu piel, que me arrastre al calor de
tus venas, que me robe el alma, sí es preciso.
Cariño, cariño, cariño… Te quiero… Khalid, vida mía. Te quiero. Te quiero…
Marta sintió calor, el sol entraba de plano en su dormitorio y le daba en la cara. Se despertó sobresaltada, sudando a mares..Estaba sola, completamente sola. Khalid no estaba con ella.
Había sido un sueño, un sueño real, tan real, que el olor de su piel, la piel de su amado, permanecía en cada esquina de su cuerpo. Que su boca sabía a su boca, que su pecho sentía el calor del suyo, que sus brazos sostenían el peso de sus brazos. Que su cuello tenía la huella de sus labios… Y notaba su presencia en su alma hecha jirones. Y en toda su casa.
Lloró amargamente, se dio cuenta de que había dormido con las lentillas puestas. Los ojos le dolían, le dolía la soledad. Sólo deseaba volver a dormir para tenerlo de nuevo en sus brazos.
Volver a soñar un sueño de amor. Un sueño de amor que necesitaba como el aire sujeto en su aliento.
Deshizo las maletas arrastrando su desazón, puso una lavadora. Habló con su madre.. Todo estaba bien, menos ella.
Se sentó a escuchar música. Su música de Estambul, la que él le ponía en su restaurante.. Tenía la mirada perdida en su recuerdo. El tiempo se detuvo a llorar con ella, lentamente. Su teléfono móvil la acompañaba en silencio. No sabía nada de él. No sabía nada…
Se fue a duchar sin ganas, no quería, no podía desprenderse de su tacto , de su aroma que
la mantenía viva.
Pasó largo tiempo dejando caer el agua sobre su piel. Se arrepintió de no haberse bañado con él en su casa. Debía de ser maravilloso estar juntos bajo la caricia del agua — Pensaba.
Sonaba su teléfono, Marta salió sin secarse, mojando el suelo, poniéndolo perdido. Era él. Él la estaba llamando.

 

V

 

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La mañana traía los bolsillos demasiado llenos de calor. En el firmamento ni siquiera una nube despistada, ni una ráfaga de nube.
Su azul mediterráneo campaba a sus anchas.Tampoco viento, ni siquiera brisa. El sol caía a plomo sobre la ciudad, sin ninguna piedad.
La gente deambulaba con abanicos y botellas de agua, buscando refugiarse en los centros comerciales, al calor , valga la antítesis, del frío aire acondicionado.
Conforme transcurrían las horas, la temperatura aumentaba hasta hacerse insoportable.
Marta estaba que no cabía en ella. Su amor la había llamado y le había confesado cuánto la echaba de menos, todo lo que la amaba, y que vendría a por ella. Esto último la enloqueció.
Ya arreglada para ir a comer con Gonzalo (Se lo había prometido, pues por la tarde quería estar en la playa con su familia) iba repitiendo sus palabras :
«Mi amor, estoy muy ocupado…En unos días abro al público mi hotel. Tengo mucho trabajo.
¿Mi madre? Igual sigue, muy enferma, gracias por preguntar. Espero a mi padre en unos días. Me ha dicho ahora mismo que él viene a verla.
Ya sé que te alegras, querría que la conocieras antes de morir. Te encantará, sí, te encantará.
Yo te llamo, deseo escucharte, el WhatsApp no es lo mismo.. . No me olvides.
Pronto iré a buscarte. Te amo.»Pronto iré a buscarte, pronto iré a buscarte»…
Esta última frase se le quedó como un eco machacón en su cabeza, hasta que Gonzalo la llamó para quedar.
Comieron en el restaurante de El Corte Inglés. Él lo frecuentaba porque muy cerca tenía la joyería, una de las más afamadas de Murcia, en el epicentro de la Gran Vía. Él era el dueño.
Comenzaron con un bloody- mery y un buen aperitivo. Después un gazpacho, un pescado y fruta. Marta comparaba la cena con Khalid en el Bósforo con la comida en el Corte inglés y nada era igual..Aquella estaba plena de glamour. Esta era buena, mas no tenía nada de especial, una de tantas.
Estás muy callada… Bueno…. ¿Me vas a decir lo que te pasa?, –Comenzó Gonzalo.
¿Por qué crees que me pasa algo?
Porque te conozco bien. Sé que algo te pasa. Es verdad, no te lo voy a negar….–Se paró un segundo, pensativa, no sabía cómo iniciar el tema y decidió no empezar con circumloquios. Me he enamorado, locamente, hasta las trancas, dicho vulgarmente. Es turco.
¿De un turco? Venga… No me digas más…
Oye… Si te vas a poner así, dejo de hablar.
No, sigue, sigue, perdona. Pero…, es que me parece increíble. Cinco días en Estambul y vienes enamorada. ¡Es increíble!
Pues sí… Vengo enamorada.
¿Quién es el afortunado?
Marta temía decirle que Khalid era mucho más joven que ella, la iba a tildar de inconsciente, eso cuando menos, Pero se atrevió, al fin y al cabo era su amigo y debía saberlo.
Es un chico joven, más joven que yo.
¿Cómo de joven?
No sé exactamente, diez, quince, por ahí…
Díez, quince… Estás loca. Tú has perdido el juicio, siento decirte esto. No te pega nada esta… locura, por ponerle un nombre.
Ya lo sé. No hace falta que me lo digas. Pero ha pasado. Ha pasado y no sé cómo.
Estambul y Murcia son ciudades vecinas–Ironizó ¿Cómo os vais a ver? Madre mía, Marta, no me lo puedo creer. Eso no tiene futuro. Ningún futuro. La distancia y la edad…Madre mía.
Lo sé, es una sinrazón, me lo he dicho muchas veces, pero lo amo. Lo quiero muchísimo. Y sé también que esto no conduce a nada…, y deseo quitármelo de la cabeza. Estoy recién llegada, esto pasará.
Gonzalo pensaba que la vida era injusta, tan solo cinco días y le habían robado el corazón a la mujer que llevaba toda una eternidad amando y no le correspondía . Recordó cuando con su primer coche aparcaba delante de su casa para verla levantar la persiana de su dormitorio y asomarse a la ventana. Se quedaba embobado mirándola. O cuando la veía salir a la calle, que la seguía en silencio, sin que ella lo viera. Adoraba el caminar alborotado de su juventud, su risa de niña, desenfadada, los rayos de sol de su cabello. O sus cautivadores ojos verdes, verdes como el verde mar…el verde de sus sueños. Él amaba esos ojos verdes. .. Ya no se acordaba desde cuando. Por ello, su joyería se llamaba Esmeralda.
Gonzalo, tengo que dejarte–le interpeló Marta. Continuamos en otro momento. No quiero llegar tarde a la playa. Estoy deseando ver a mis hijos. Lo siento. No te enfades, ¿vale? Te quiero mucho.

 

VI

 

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Julio continuaba su camino con su sello característico de mañanas calurosas y tardes de ahogo. Por las noches refrescaba y se podía dormir. El viento del este, joven y dinámico, se metía airoso por las ventanas abiertas de par en par e inducía al sueño apacible y relajado.
Marta llevaba una semana en la playa de Campoamor (urbanización de la costa alicantina) con su madre y sus hijos.
Su madre detectó enseguida que venía cambiada, estaba ausente y apática. Pasaba el día oyendo su música de Estambul y con el móvil pegado a su piel, como un apéndice más de su cuerpo.
Su hijo mayor también la veía distinta, debió oír algo de la conversación con Khalid que lo tenía escamado y se mostraba hostil y rebelde con la madre. Ella lo constató porque le espetó: «Eres una señora, compórtate» Ella le contestó que no tenía nada de qué avergonzarse, era una mujer libre.
Hablaba día sí y día no con Khalid. Sabía que tenía mucho trabajo y poco tiempo libre. El flamante hotel lo llevaba de cabeza. Luego estaba su madre, que moría por momentos, el padre, que había ido a verla, el restaurante…Y ella.
Cada día las conversaciones eran más cortas, lo notaba cansado ,menos hablador, menos ardiente. Y ella se malhumoraba.
Había veces que pensaba que había magnificado su amor, que él no andaba tan enamorado de ella. Que todo eran ilusiones suyas. No paraba de elucubrar.
La conversación con Gonzalo en el Corte inglés retumbaba en su cabeza. Quizás llevaba razón. Sí, ella lo sabía y no lo aceptaba, sabía que era la crónica de un amor acabado.
El tiempo pasaba, Julio se moría como muere una puesta de sol, incendiando de rojo
su horizonte. Y Agosto esperaba impaciente,tocando a su puerta.
Marta conversaba a menudo con Ana, otra gran amiga de las de siempre. Era una de las pocas distracciones que tenía. Ana no había viajado a Estambul con el grupo , pero lo sabía todo a cerca de la relación con Khalid.
Vivía en Palma de Mallorca y el contacto era telefónico, aunque siempre que la necesitaba, corría a su lado.
«Hija de mi vida… Has venido a enamorarte de un tío de Estambul, un tío joven, guapo, simpático, y con dinerito. ¡Válgame Dios! No podía ser de la tierra, uno que tuvieras más a mano, digo yo…
La edad, la edad… Hija, tú para que no se duerma de noche. Mira el presidente de Francia, él, casado con su profesora, y tan felices. Además, os queréis, pues ya está. Vive el momento, cielo, vívelo. Pero ten los pies en la tierra, no va a ser una relación fácil, ni mucho menos, eso ya te lo digo «…
Hablar con ella, que era un torbellino, le subía el ánimo, le hacía pasar ratos agradables, se reían y las horas pasaban menos tediosas.
Marta sobrevivía para escuchar su voz ,la voz de Khalid, oírle decir : ámame, no te olvides, te amo, te recuerdo a cada instante. todo está triste sin ti, mi amor…, era su alimento.
Un día dejó de llamarla, y otro y otro…. No comprendía qué podía estar pasando.
A la tercera noche, ella le envío un mensaje :
«Cariño, llevo días sin saber de ti, llámame y dime que estás bien. Sólo quiero oír tu voz. Me muero sin ti. «
Esperó una hora, dos horas, una noche y el teléfono en silencio, en el más absoluto silencio.
Llegó la aurora con sus flores blancas, con su cesta de azahares y nardos y su diadema de jazmines. Se fue a dejarlas en el mar, que se volvió blanco de flores. Después entró por la ventana y sorprendió a Marta dormida en su colchón de lágrimas, la tocó dulcemente, sin apenas rozarla, le iluminó la cara, le secó las lágrimas y dejó su huella blanca sobre la negra oscuridad.
Marta bajó al mar, lo contempló hasta su horizonte, estaba en calma. Se adentró
desnuda y llegó él, el amor de su vida. La besó suavemente, bebiendo sus labios, libando su aliento, robando su boca. La acarició con vehemencia, bordeando sus pechos, hurgando su piel, midiendo su vientre, rastreando sus muslos, uniendo deseos… La amó como nunca, bajo la lluvia de flores del mar.
Salió comiéndose la sal de su tristeza.
Khalid la había olvidado.

 

VII

 

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«Cuatro días sin sol, cuatro días de nubes en el alma. De corazón abatido, de nudos en la garganta. Cuatro espadas en el pecho. Cuatro filos de arma blanca. Cuatro puñales de angustia que por mi cuerpo cabalgan.
Tengo miedo de perderlo, de no verlo, de que no me diga nada. Tengo miedo de vivir con su ausencia a mis espaldas»
Marta estaba destrozada. Llevaba cuatro días sin noticias de Khalid. Pensaba que le podría haber pasado algo, cuando estaba positiva. Otras veces, las más, se afirmaba a sí misma que la había olvidado. Sí, ya no la amaba.
No comía apenas, apenas dormía, sólo bajaba a la playa y, tendida al sol, pasaba las horas.
Su madre empezó a preocuparse en serio. La veía tan apática, tan depresiva, que decidió hablar con ella sin tapujos, y de una vez por todas.
Hija, no comes nada. Ya sé que me vas a volver a decir que estás bien. Pero eso una madre no se lo traga. A ti te pasa algo y no me lo quieres decir. Confía en tu madre, dime lo que te preocupa. Yo te puedo ayudar. Ten confianza en mí. Tú estás enamorada. ¿No?
Mamá .. mamá…– Comenzó a llorar desconsoladamente. Mamá…, estoy muy triste, no sé nada de él. Seguro que le ha ocurrido algo.
¿De quien, hija mía? ¡Dímelo!
Marta se desahogó, le contó hasta donde pudo contarle y se tranquilizó. Le ocultó que era mucho mayor que él.
A ver, hija mía, cuatro días no es el fin del mundo. Ha podido salir de viaje, perder ese trasto (el móvil en la jerga materna) tantas y tantas cosas… Ten paciencia, mañana sabrás de él. Te lo dice tu madre. La que más te quiere en este mundo.
Elvira, así se llamaba su madre, estaba realmente preocupada. Llamó a Gonzalo, que era, según ella, el yerno ideal. Un hombre educado, guapo, y que la quería. Lo había demostrado sobradamente. Y esos motivos para una madre eran muy sólidos.
Gonzalo llegó por la tarde, el sol se había debilitado, corría una brisa agradable. Llegó jovial, vestía un polo azul marino y un pantalón blanco corto, pero elegante. Era alto y estaba delgado. Un hombre atractivo. Aún conservaba su cabello, ya plateado, pero le sentaba bien.
Llegó con un ramo de rosas increíble, rosas rojas, sus preferidas. Para ti, amiga del alma.
–Le dijo, entregándoselas.
Marta desconocía la mano de su madre en la llegada de su amigo, pero lo intuía. No era la primera vez que lo hacía. Se alegró de verlo y lo encontró hasta guapo.
Se puso bellísima pensando en Khalid, para él ,para sus ojos morunos, para sus labios granados, para sus manos, esas manos que la hicieron transportarse al paraíso de las caricias y el deseo.
Fueron a cenar a Torrevieja, ciudad que tenía más ambiente, en verano era un hervidero de turistas. A un restaurante que les encantaba, junto al puerto, en el Paseo de las habaneras. Restaurante Miramar se llama.
Hablaron de todo un poco, de su hija Andrea, la hija de Gonzalo, que ya le tocaba ir por ella. De sus hijos… De Khalid, y de ellos, de su gran amistad.
Khalid fue el tema principal :
Llevabas razón. Todo ha sido un espejismo, una ilusión–Le decía. Ya tengo los pies en la tierra. No quiero soñar, me hace daño. Deseo
olvidarlo, ayúdame. Ayúdame a olvidar, Gonzalo, tú eres mi amigo, ayúdame.
¿Cuándo no lo he hecho? Andrea y tú sois lo más importante de mi vida. Vivo por vosotras y lo sabes. Respecto a Khalid (Estaba contento de su desaparición) lo olvidarás. Creo que más que amor, es obsesión. En tan poco tiempo no puedes enamorarte de alguien. No lo conoces. Si lo piensas bien, ¿Qué sabes de él? Apenas nada. ¿Es así?
Sí, es así. Me duele aceptarlo, pero así es. Bueno… Hablemos de otra cosa. Esto se está convirtiendo en un monotema. Debes estar harto.
Marta siempre se había sentido protegida a su lado. Esa noche lo necesitaba, necesitaba compañía. Ella pensó que con Gonzalo podría no estar sola nunca, era un buen hombre.
Gonzalo la amaba tanto, que no soportaba verla sufrir. Se hubiera cargado a Khalid si lo hubiera tenido delante. Nadie tenía derecho a hacerla infeliz.
Tomaban una copa de cava charlando, riendo de cosas triviales. A ella le había sentado bien salir. Pero su amor estaba allí, con ella.
No era tan fácil olvidarlo . Khalid estaba presente , como el instante en el tiempo, como la nostalgia en los atardeceres, como la tristeza en los árboles de otoño…
Después de brindar, Gonzalo sacó una cajita de regalo y se la puso en la mano,
Ábrela, Marta. Venga, ábrela.
Marta la abrió nerviosa, intuía lo que era.
Y al mismo tiempo que descubría una hermosa esmeralda engarzada en un anillo, sonaba el teléfono. Era Khalid, su amor.

 

VIII

 

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La velada transcurría accidentada en el restaurante Miramar, en Torrevieja. La luna apareció. Ella, que había estado oculta estos días atrás, venía blanca, blanca como si hubiera robado todos los lirios de este mundo. Como si se hubiera rociado de inocencia, de la inocencia más pura y núbil. Como si todas las estrellas del cielo se las hubiera bebido de un trago.
Marta no cogió el teléfono, volvió a sonar, no lo cogió. Le pareció descortés. Pero ya el nerviosismo no la dejaba vivir, se movía en el sillón, bebía tontamente… Tenía que llamarlo, pero seguía con el anillo en sus manos. Era una situación absurda.
¿Es él? –Preguntó Gonzalo. Contesta, si quieres. No lo dejes por mí.
No, ahora no, Gonzalo, ahora hemos de hablar.
Yo…, te quiero, te quiero mucho, si me faltaras no sé qué sería de mí. Pero no estoy enamorada de ti y lo sabes. No lo estoy. Tampoco voy a seguir alentando un imposible.
Pero dame tiempo para que lo mastique y lo digiera. Dame tiempo para que pueda sacarlo de mi vida. Necesito tiempo.
Volvió a meter el anillo en su caja y lo dejó en la mesa. Sintió liberación y pena, pena de no poder amar al hombre que tenía a su lado.
Ya…, lo de siempre. Si es que soy un idiota. Cuando me llamó tu madre, pensé que tenía una nueva oportunidad para conquistarte .Ella me animó. Siempre le hago caso. Pero he fracasado.. . Llámalo, estás deseando. Llama… Anda, llama a tu turco.
No, ahora estamos los dos aquí, tan a gusto. Él ha estado cuatro días sin llamarme. Puede esperar unas horas. Luego lo llamaré…La noche es nuestra, tuya y mía. Vamos a bailar…
¿Podrías llegar a amarme algún día? Eh, ¿Podrías, mi querida amiga?
Ya te amo, te amo con la mayor lealtad. Sé que a tu lado no me faltarían motivos para ser feliz, pero vivamos el momento. ¿Quién sabe?
¿Quién sabe nuestro destino?
Yo… yo te adoraría… si tú quisieras. Te pediré que te cases conmigo una y mil veces, si es necesario. No me cansaré jamás.
Marta se hallaba a gusto con Gonzalo, y aunque estaba rabiando por oír la voz de su amor , pensó que dedicarle toda su atención era lo menos que podía hacer por su gran amigo. Él se lo merecía. En verdad lo quería y tenía que agradecerle tantas cosas…
Pero…, sonó su WhatsApp. Era un mensaje de Khalid. Le fue imposible dejar de leerlo.
Fue al aseo y lo abrió temblando :
«Benim yerime de sev» Sólo eso.
Valgame, tenía que estar en turco. Este se ha equivocado y se lo ha enviado a otro u otra. –Pensó estupefacta. Bueno.. Luego intentaré traducirlo.
Se quedó plof, sin saber qué pensar. Pero estaba contenta, su Khalid la había llamado.
Gonzalo y Marta fueron a bailar, eran los dos magníficos bailarines. Habían ganado algún que otro concurso. Se divirtieron y bailaron hasta caer rendidos.
La dejó en casa sobre las tres de la madrugada. La besó en los labios, tenuemente
y se fue hecho polvo, dejando a la mujer que hacía tiempo le había robado el alma. Se había apropiado de todo lo que él era, hasta de su autoestima y de su orgullo. No le importaba arrastrarse para pedirle que fuera suya las veces que hiciera falta, aun sabiendo la respuesta.
Marta no pensaba dormir. Bajó a la playa, se descalzó. Adoraba andar descalza por la arena, acercarse a la orilla, sentir las caricias de las pompas de la espuma bajo sus plantas. Notar la frescura del agua trepar por sus pies. Adentrarse hasta las rodillas y dejarse avasallar por la débil fuerza de las olas,en una envestida de cortesía, de cortejo del mar sobre su piel.
Se metió en el agua. El mar y ellos dos. Solamente dos, ella y él, y la luna.
Khalid la poseyó de nuevo, bajo la luna del reciente agosto. Ella le susurraba: una noche más, te ruego que me des una noche de amor más. Sólo una más. Tú y yo bajo los ojos de la luna, iluminando nuestros rostros, nuestra luna de Estambul perfilando nuestros labios, poniendo lirios blancos en nuestros cuerpos,
regalando estrellas a nuestros besos, prendiendo la flor blanca del deseo más encendido, del fuego más dislocado . Unida a nosotros en el único mundo imaginado y existente.
A Marta lo único que le importaba era que él la había llamado y que ya sabía el significado del mensaje que le envío :ÁMAME.
Ella le había enviado otro :
SENI SEVIYORUM : TE AMO.

 

 IX

 

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»Mil te quieros guardados en el alma, mil palabras de amor en el viento de un suspiro, mil besos volando al nido de tu boca, mil abrazos de tu piel contra mi piel, mil deseos en el mapa de tu cuerpo, mil veces mil te llevo en mi pensamiento.»
La madre de Khalid había fallecido. Él había estado liado atendiendo a su familia.Llamó a Marta para explicarle lo sucedido y no le contestó. Volvió a llamar y tampoco.. Le envío un mensaje en turco que decía :ÁMAME. Y recibió contestación de ella :TE AMO.
Estaba desolado y desbordado de trabajo. Su padre quiso llevárselo a Alemania unos días, pero no podía dejarse el hotel recién inaugurado.
Marta lo escuchaba pacientemente. Por fin hablaba con él encerrada en su habitación, después de subir de la playa, cuando el sol asomaba anaranjado sobre la raya del mar.
Para animarlo un poco quiso darle una buena noticia :
Khalid, mi familia viaja próximamente a Estambul, les he recomendado tu hotel y tu restaurante, y van a ir a conocerte. Espero que los trates bien, les he hablado maravillas de ti.
Mi amor, descuida de eso, yo los recibiré como mi familia también. Tu familia es mi familia.
Pero ven con ellos, estoy enfermo de ti, te necesito… Sólo te quiero a mi lado, mi princesa española.
Yo me iría con los ojos cerrados, pero ahora no puedo, amor mío.
Cierra los ojos ahora, yo los cierro también. Te beso, me besas, ámame, ámame…
Te amo, te amo, te amo más que a nada.
Déjame acariciar tu boca, besar tus pechos. Déjame hacerte el amor, como aquí, en nuestro Estambul,disfrutando de ti en cada caricia, no abras los ojos, en cada trozo de tu cuerpo, en cada beso, mi princesa.
Soy toda tuya, me he vendido a tus labios y a tus manos.
Con los ojos cerrados, con el alma prendida en el recuerdo constante, se amaron, desbocado el deseo por los límites de sus cuerpos.

 

X

 

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Marta se levantó con ganas de gritarle al mundo lo feliz que era. Salió a pasear por los alrededores de su casa. El olor a pinos y a sal la condujo a Estambul, a la pinada que arañaba el mar, donde se amaron locamente.
La mañana se levantaba brumosa, señal de que haría otro día de calor sofocante. Comenzaba a espabilar dejando una vaga claridad sobre los montes, cororonando sus cimas de rosas blancas. El sol, como una bola de fuego, se alzaba sobre el mar e iba distanciándose de su regazo, ocupando el cielo, esparciendo rosas de oro por el paisaje.
Marta se sentó y observó la sublime belleza del mediterráneo, que estaba buscando el azul del cielo, tranquilo, en calma. Sólo alguna que otra embarcación alborotaba su alma con cantos de espuma. Y al momento se hizo todo azul.
Ya en casa, sintió el impulso de besar, de abrazar, de saltar ….Su madre y sus hijos pensaron que había perdido el juicio. Sobre todo el mayor, que estaba enfadado desde que sabía que su madre se había enamorado.
Llamó a sus amigas, Ana estaba en Palma de Mallorca, se alegró de que las cosas le fueran bien con Khalid. Esther acababa de llegar a la Manga de un viaje por Andorra. Ella veraneaba en agosto entre dos mares, el mar Menor y el Mediterráneo. Si hacía fuerte oleaje, se iba al Menor, que siempre estaba hecho una balsa de aceite. Esther le prometió acercarse a verla por la tarde.
Llegó para merendar, con una bandeja de merengues de San Pedro del Pinatar, que tenían fama de exquisitos. A Elvira le privaban.
Cuando se quedaron solas, Esther comenzó :
Bueno, dime, deseando estoy de que me cuentes. Con Khalid bien ¿no? Venga, cuenta…
Esther no la dejaba hablar, era su tónica. Continuaba preguntando y respondiendo ella misma.
Déjame hablar, por favor, me ama, me quiere más que a nadie. Nos queremos…
Hija, no sabía que te había entrado tan fuerte. Sinceramente pensaba que ya te habrías olvidado de él. ¿Y qué vas a hacer? ¿A dónde conduce esto? Todas las que se enredan con musulmanes terminan separándose. Son muy suyos, y no son hombres de una sola mujer, y si tienen dinero, peor que peor. Y…
Marta la cortó porque se había encanado.
Khalid es alemán, te recuerdo, tiene mentalidad europea,
Pero se fue con su madre a Estambul. No te fíes, apenas lo conoces. No sabes cómo es en realidad. Mira mi prima Graci, se casó con un musulmán, era médico, estudió en Granada con ella. Pues le hizo tres barrigas a ella y otras tantas a otra . Se lo dejó y le costó la vida traerse a los hijos. Porque tenía amigos en Marruecos muy influyentes… Que si no…
Hija, para eso te podías haber quedado en la Manga, yo esperaba más comprensión por tu parte. Me has chafado.
Te digo lo que siento. Una aventurilla estaba bien, allí, pero nada más.
Continuaron hablando en la cena, su amiga solo quería hacerle ver que podía sufrir mucho con él, un chico muy joven y con toda la vida por delante.
Esther sabía que a Marta le habían sentado como un jarro de agua helada sus palabras, pero le dijo lo que pensaba sin paños calientes.
Cuando su amiga se fue al día siguiente, Marta entró en instagram, como solía hacer, para ver las fotos que su amor había colgado.
Y casualidad de casualidades, Khalid aparecía en dos fotos con una chica. En una, besando su mejilla ; en la otra, tomando una copa con el brazo por sus hombros.
Marta se derrumbó. el mundo caía bajo sus pies. Todo había sido una mentira, una gran mentira.

XI

 

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Prisioneras olas su corazón encerraba. Su alma era puro sufrimiento. Pareciera que todo el rocío de la rosada aurora se lo habían comido sus ojos. ¡Pobre Marta! .
Deambulaba por la playa de Campoamor, perdida su mirada entre los granos dorados y ardientes de la arena, luchando contra la evidente realidad. Corazón contra razón. La lógica aplastante de lo visto con sus propios ojos en esas fotos de instagram. Una mujer joven, guapa, estaba a su lado. Reían, brindaban … Ahora lo entendía todo. Ella había sido un pasatiempo y ya era como ese abanico roto, guardado en un cajón, sin utilidad ninguna.
La idea de olvidarlo, de no querer saber nada más de él se hacía cada vez más fuerte. La imagen de ellos dos juntos le había dolido tanto, que fue el detonante para arrancarlo de su vida.
Pero se resistía el recuerdo a alejarse, no podía olvidarlo. Presentía que lo había conocido mucho antes, quizá en otra vida, en otras circunstancias, todo lo de él le era familiar, tácito ,evidente. Algo vivido ya.
Khalid la llamaba, insistía, le enviaba mensajes, todos sin respuesta.
Bloqueó su número, y lo desbloqueó mil veces más. Le gustaba leer sus mensajes, palabras de amor, tiernas, dulces, que ella ya no creía.
Pasaban los días de agosto sin nada especial que hacer. Las llamadas de Khalid se fueron distanciando. Ella fue muy radical, no le pidió explicaciones, simplemente dejó de hablarle. Pensaba en lo absurdo de su enamoramiento . ¿Cómo iba a competir ella con una mujer joven, de la edad de él? Y luego sería otra y otra. Qué ilusa había sido. ¡Qué tonta! –Se decía hasta el aburrimiento. ¡Cuánta razón llevaba Esther!
Llegó de Estambul su familia de Valencia, venían hablando maravillas de Khalid. De la cantidad de detalles que había tenido con ellos, de lo fabuloso que habían comido, de los regalos que les había hecho. Fuera de serie todo.
Marta–Le comentaba su prima. Es un chico fuera de lo común. No ha parado de hablarnos de ti, de preguntarnos por ti, nos ha invitado a su casa ,nos ha agasajado con regalos… Nos ha sorprendido gratamente. Desde luego, no esperábamos ese recibimiento.
Me alegro, querida prima, no sabes lo que me alegro–Contestó Marta. Es un buen chaval. Es entrañable.
Marta lloraba, lloraba de amor y celos. Si hubiera nacido quince años después… Correría a sus brazos sin dudarlo un segundo. Podría haber tenido hijos de él… Pero la realidad era otra muy distinta.
Nos dio un paquete para ti –Continuó la prima.
Iremos a llevártelo, se lo prometimos.
¿Cuándo venís?–Preguntó nerviosa, acelerada y curiosa. ¿Cuándo?
Vamos a descansar un par de días aquí en Valencia y te vemos el fin de semana.
Khalid no le había escrito nada sobre ese paquete, en los mensajes que seguía mandando no decía nada al respecto. Sólo que la seguía amando:
» Mi amor, no entiendo tu silencio. Sé que me amas, que no me has olvidado ¿Qué pasa? Yo te amo como ayer te amaba. Más aún. Dime algo, háblame… «
Falso todo. Pero curioseaba instagram de un modo morboso, y había más fotos con la misma chica. Fotos muy reveladoras de que algo más que una pura amistad se cocía entre ellos.
Llegó el ansiado fin de semana. Marta esperaba a sus primos. Estaba deseando ver el contenido del paquete.

 

XII

 

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Agosto se iba del calendario, huía como las golondrinas escapaban del frío invierno.
Marta esperaba a su familia este último sábado de vacaciones. Se había levantado temprano y bajado a la playa a darse un baño. Adoraba estar sola frente al mar. Él y ella.
Esa mañana la acompañaban dos personas haciendo deporte, corriendo de aquí para allá.
. Estaba inquieto el mar, un levante impetuoso le alborotaba su lisura. Pero lucía hermoso, todo de plata suave. Su espuma rizada de azahares lamía las faldas del acantilado. Los pinos cercanos bailaban echando hacia atrás sus hojas de fino jade,al ritmo del viento.
Paseaba descalza, cabizbaja, observando las conchas marinas que había vomitado el mar.
Le llamó la atención un esqueleto de caracola,yaciendo ya sin alma, a merced de las olas o del viento, o de unas manos humanas . Así se sentía ella, sin alma, baqueteada por la pasiónsin tregua, por el amor sin descanso, por la
herida sangrante de su recuerdo amado.
Bajo el agua lo amaba a diario. Él era para ella, únicamente ellos. Desnudos, sus bocas, deshechas en labios, en besos, en traviesas lenguas jugando a buscarse. Juntos sus pechos, aprisionando el deseo en una sola piel.
Y su joven e incansable virilidad trepando por las sierras de bronce de sus muslos.
Reflexionó sobre qué podría ser el paquete que le traían sus primos. Estaba intrigada. Sea lo que fuere -pensaba–la decisión era firme. No volvería a hablar con él.
Almorzó con su madre, a sus hijos se los había llevado el padre unos días. Los echaba de menos.
Come…, que has perdido peso –Le ordenó Elvira. Últimamente apenas abres la boca.
Ya, mamá, no seas pesada. Como cuánto me apetece.
¿Cuándo llegan tus primos?
No tardarán. Están al llegar.
¿Y Gonzalo? ¿No va a venir antes de irnos? Siempre viene…
No, no va a venir. Está de viaje con su hija.
Hay que ver… Seguro que le has dicho que no venga. Con lo feliz que serías con él. Mira, hija… Los hombres, después de unos años de matrimonio, y no muchos, son todos iguales.
Mamá, no empecemos. No… lo… quiero… A ver si te entra en la cabeza de una vez.
Hija de mi vida… Yo me voy a ir pronto, y me gustaría dejarte acompañada. Él es un buen hombre…, y te quiere.
Vamos a dejar la conversación, que están
los primos al llegar.
Marta temblaba, andaba zombi, sólo deseaba tener en sus manos el obsequio de Khalid.
Lola y Jesús (sus primos) llegaron al buen rato, casi a mediodía, cargados de recuerdos de Estambul. Y el misterioso regalo también.
Besos, saludos, anécdotas, fotos, más fotos…
Ábrelo, Marta, venga, ábrelo .. –Dijeron todos a la vez.
No, vamos a comer y después lo abro. Se nos hace tarde y la mesa está encargada.
No quería abrirlo delante de todo el mundo. Necesitaba intimidad, estar sola y ver ella y nadie más lo que encerraba ese trozo de cartón cerrado a cal y canto.
Después de comer, que se hizo bastante tarde, Marta se disculpó y se dirigió a su dormitorio,con la retahíla de protestas de sus familiares. Quería tomarse su tiempo.
Sobre la cama, observó el paquete, del tamaño de una caja de zapatos, pero más cuadrado. Iba bien cerrado. El corazón daba bandazos en su pecho como un esquife a la deriva. Parecía que era rehén del baile de San Vito.
Lo abrió a pesar del tembleque de sus manos.
En el interior había tres objetos : un sobre rectangular cerrado, otro sobre más pequeño yuna caja de joyería perfectamente envuelta. Se olía a flores silvestres de las colinas de Estambul. El aroma inundó la habitación.

 

XIII

 

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El sol de la tarde, el cálido y anaranjado sol de la tarde, filtraba a través de la cortina entreabierta sus gotas tornasoladas y se esparcían por el suelo, como diminutos lunares . En la habitación de Marta se olía a Estambul. En el ambiente, un suspiro, una lágrima, una nostalgia, un llanto contenido. Denso y sofocante el aire. Impaciente el alma por conocer el mensaje de su amor.
Comenzó abriendo el sobre más pequeño :
» Mi amor, estoy sufriendo, no sé nada de ti,no entiendo por qué no contestas a mis llamadas. Me muero de amor por ti, me muero lentamente. Te busco en todas mis cosas, eres mi alimento y mi ilusión . Tú eres lo más importante, lo que más quiero. No vivo sin ti.Cuando mi madre agonizaba, le hablé de ti.
«»Para ella, dáselo, dáselo, búscala y hazla feliz»»
Marta abrió la cajita que contenía un precioso colgante. Lo arrulló entre sus manos y sintió la piel de Khalid, su perfume de canela dulce y oriental. Su boca, sus labios los sentía.
Siguió leyendo, las lágrimas emborronaban la tinta y soplaba para secarlas.
» Póntelo, si me sigues amando. Yo no he dejado de amarte. Te quiero, eternamente te quiero.»
Tu familia es fantástica. Ya te contarán. Lo hemos pasado muy bien»
Marta tomó el sobre rectangular, el único que quedaba sin abrir. El pegamento se resistía a despegarse, lo destrozó literalmente, pero el contenido quedó ileso. Era un billete de avión.
Se recostó en la cama mareada, la cabeza girando sobre su propio pensamiento . No sabía cómo digerir lo que estaba viviendo.
Pasó tiempo así, perdida entre la niebla de su añoranza y su incertidumbre. Sonó su WhatsApp, era él, su vida, el que le había robado el alma. Lo leyó:
«Dime si has recibido el paquete que te envié. Mi amor, si tú no vienes, yo iré a buscarte.Te espero, te amo.
No sabía si contestarle o no. Lo pospuso para meditarlo mejor. Y salió a reunirse con su familia, asíéndose a las paredes. Un gozo angustioso la embargaba.
Marta–abrió fuego su prima. ¿Nos vas a decir qué era lo del paquete? Andaaa, estamos deseando saberlo.
Qué curiosones…, pues…, os vais a quedar con las ganas. Bueno…, os lo digo…, es un reloj que le encargué. Que no lo encontré en el viaje.
Se lo dejé pagado y todo.
Ella se había comprado un reloj que aún no había estrenado y lo enseñó para que la dejaran en paz. Se lo creyeron de punta a punta.
¡Qué Cartier más maravilloso! –Se asombró Lola.
Es de imitación, pero buena imitación. No creas que es auténtico, prima.
Espera a ver… Es idéntico al que llevaba Sarah.
¿Quién es Sarah?–Interrogó Marta.
Ah, una chica genial, que conocimos en el hotel. La directora de personal .Muy bien preparada, habla cuatro idiomas.
Marta entró en instagram y les enseñó las fotos.
Es ella, sin duda. Nos dijo que era prima del jefe. Hija de un hermano de la madre. Hija, estuvimos como en familia –Argumentó Lola.
Prima hermana, prima hermana, frase lapidaria que machacaba su cabeza. Era su prima hermana. Todo era confuso.

 

XIV

 

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Septiembre, húmedo y caluroso. La playa se recoge en su soledad. Quedan los privilegiados, los que no tienen que volver al trabajo, y las gaviotas, que llenan la arena de pisadas y parten hacia el firmamento en un vuelo blanco ,con sus graznidos rompiendo el aire, bajo el añil nítido de la mañana.
Las noches son frescas, se puede dormir y descansar sin el sofocante calor.
Marta y su familia ya están en Murcia.
Hay más bullicio en la ciudad, que ha sido poseída en agosto por un halo fantasmal.
Comienza la feria, comienza el colegio. Vuelve la vida a sus calles, a sus jardines, coloreados de rosas blancas, azules, rojas, verdes…, que estoicamente han sobrevivido al duro estío.
Marta vuelve al trabajo. Le agrada, se distrae, el tiempo vuela con sus alumnos queridos.
Pero regresa depresiva, nula, con el alma
impresa de nostalgia. Esa nostalgia machacona que, como un okupa, se había apoderado de su ser.
Llevaba puesto el colgante que le envió su amor, se sentía protegida con él, muy segura.
Pero no le contestó. Sin embargo, subió su foto en instagram. Vestía un kaftan rosa que compró en el Gran Bazar y a él le gustó. Le decía que le favorecía a su cara y a sus ojos esmeralda. Sabía que él la vería.
No había sido capaz de llamarlo. No había sido capaz de escuchar su voz templada, susurran- te…, plena de melodías de amor. Esa voz que acariciaba su oído, silbaba en su cuello y se guarecía en su boca y, entre sus mullidos labios, se callaba para dejar paso a los besos más dulces, a la pasión más hermosa. Al olvido del resto del mundo. Sólo una voz para ella, como un manantial de cristal en su oasis de felicidad.
Leía con egoísmo todos sus mensajes. Se propuso no hacerlo, pero era imposible. Caían a su alma como al campo el rocío. Eran tiernos, cálidos, deseantes…, bálsamos para su corazón moribundo sin sus latidos.
Pensaba a menudo que había sido prisionera de un fatal embrujo, o de la diosa del amor, o de la veleidosa luna. No era normal todo lo que le estaba sucediendo. No era ni medio normal que siguiera tan enamorada, que de los segundos del día, todos, se hubiera adueñado Khalid. Pero así sucedía irremediablemente.
Guardaba en una cajita bajo llave la amada carta y el billete de avión. Los guardaría toda su vida. Y si mil vidas viviese, mil vidas los guardaría. Tenerlos en sus manos era tenerlo a él.
Marta continuaba su monótona existencia, agarrada al recuerdo de unos días en Estambul. Salía con Gonzalo a cenar unas veces; otras, con sus amigas. Mas su recuerdo era su felicidad. Soñar su sueño. Vivirlo, amarlo, despertando en la noche de sus ojos, dormida en el suave terciopelo de su pecho.
Los días corrían parsimoniosos, como una procesión, y Khalid la seguía llamando.
Una tarde, tomando un café con sus amigas, le llegó un WhatsApp de Khalid, uno más que leía con deleite :
«Mi amor… Estoy en Alicante, en el hotel Melia.
Está junto a la playa. He venido a un Congreso de Directores de hotel. Es la excusa. He venido a por ti. No sé dónde vives en Murcia.
Dímelo y voy a verte, mi amor. Volvemos a nuestro Estambul. Espero tu respuesta. Te amo. Te amo tanto…
¡¡¡Dios mío!!! Qué temblar de piernas. El corazón se le salía del pecho, acelerado como una moto de carreras. La voz, perdida en su laringe. incapaz de emitir sonido alguno. Sus manos, intentando calmar el movimiento sísmico que las agitaba… Y su alma ahogada en su alegría.
Se despidió de sus amigas y se fue a casa. Tenía que contestarle. Se iba con él.

 

XV

Ambiente de feria un viernes por la noche, pasacalles de moros y cristianos, carrozas, comparsas, colorido de fiesta en la ciudad.
Las terrazas de los bares llenas. Gente por todos lados. En el recinto ferial recogida está la infancia, disfrutando de las atracciones diversas, y los padres degustando los jínjoles y las panochas asadas. Y en los huertos del Malecón disfrutando del buen yantar murciano.
Rociado todo con Estrella de levante, cerveza de la tierra.
La luna aparecía en la alta negrura, soñolienta, vaga, como si el alboroto ciudadano no fuera con ella. Se dejaba caer roja y oronda sobre el río, pintando su blandura de fuego y oro.
Marta, encerrada a cal y canto en su dormitorio, llamaba a Khalid:
¿Khalid?…, soy yo…, Marta.
Mi amor, mi amor, me emociono al oírte. Qué bien que has llamado, qué bien.¡ Estoy oyendo tu voz! … Me parece mentira… Cuánto tiempo sin saber de ti…
¿Estás en Alicante? No me lo puedo creer, no es verdad. Me estás engañando.
Es verdad, no te miento. Aquí estoy… Tan cerca de ti que huelo tu piel… Que te presiento…
Y yo también, mi vida, mi cariño, te quiero.
Pero…,dime… ¿Cuándo has llegado?
Hace un rato, cuando te envié el WhatsApp. Quiero ir a por ti , estar a tu lado, mi amor. Dime dónde vives, salgo ahora mismo.
Marta no quería que lo conociera su familia. No estaba preparada para presentarlo a sus hijos.¿Cómo decirles que se iba con él? ¿Cómo decírselo a su madre? ¿Cómo abandonarlos ? Se trasladarían todos a Estambul. Era lo mejor–Pensaba. Se iría ella y una vez allí, les enviaría los billetes para que se reunieran con ellos. Así, sí, todos juntos.
Mejor voy yo –Le contestó . Mañana, mañana espérame ¿Cuándo te vuelves a Estambul , mi vida?
Mi avión sale el domingo por la tarde, no puedo permanecer más tiempo, tú vienes conmigo.
Espérame mañana a mediodía. Necesito hablar con mi familia, Ahora no me puedo ir. Mañana, amor, juntos para siempre. Sólo nos quedan unas horas, y estaremos juntos.
Marta pensaba reunir a su familia el sábado por la mañana y contarle sus planes. Sus hijos habían salido, su madre dormitaba en su sillón. Entonces cayó en el trabajo,en que su trabajo le gustaba. Tenía que dejarlo. Lo dejaría. Dejaría todo, de momento, para seguir a lo que más amaba en el mundo .Pero serían solo unos días, su madre se quedaría con la asistenta que tenía en casa. Respecto a sus hijos, el padre cuidaría de ellos. En Estambul se vivía bien. Se adaptarían pronto. Ella ya se veía organizando el hotel, viviendo en la preciosa casa de Khalid, buscando un instituto español para sus hijos, llevando a su madre a pasear por la ciudad, la mágica ciudad de las mil y una mezquitas…Serían felices.
Estaba decidida a marcharse. Vivir sin él era negarse a ser feliz. Vivir sin él era morir lentamente, morir viviendo.
Mañana está muy lejos, qué interminable noche sin ti, mi amor–Afirmó Khalid. Pero te
voy a extrañar, te voy a robar para mi corazón, sólo para él,cuando vengas. ¿Mañana?
Mañana nos vemos, cariño–Concluyó Marta.
Martaaa… Hija, me he caído y no puedo moverme. Martaaa… , ven, hija mía. «Qué dolor más grande. Hija, ven, ven pronto.
Marta corrió junto a su madre, que estaba tirada en el suelo del salón y la lámpara del velador rota a su lado. Tenía un corte en la frente y sangraba.
¡Dios mio, mamá! ¿Cómo has estado para caerte? Si es que… No puedo levantarte. No puedo.
Hija, no lo sé… Si estaba durmiendo… Ay ay…

 

XVI

 

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Imprevisible es la vida. Ella, que decide sin pedir opinión, ella que rompe planes impunemente, que juega con las ilusiones destrozando hasta el más nimio deseo. Que no pide favores ni acepta consejos. Ella, que te regala la felicidad y te la quita… Porque la vida no te dice, no te cuenta, ni siquiera te insinúa. Cada segundo puede ser diferente. Amar en un segundo, morir en un segundo.. . Todo cambia de un segundo a otro segundo. Imprevisible es ella. Fugaz y parsimoniosa. Amada y odiada.
Elvira, madre de Marta, estaba ingresada en un hospital. Se había fracturado la cadera y la muñeca de la mano derecha. Tenían que operar con urgencia, la pobre estaba en un ay de dolor. Metida en los 85 abriles, nunca había
estado enferma de gravedad. Gozaba de buena salud.
Marta no podía ni quería dejarla un segundo sola .Su madre se mostraba muy nerviosa, a pesar de los sedantes. Le cogía la mano y no se la soltaba.
Sólo la tenía a ella. ¿Qué hacer? Tenía que llamar a Khalid, decirle que no podía ir a verlo, decirle que no podía dejar a su madre en estas condiciones. Que se fuera solo a Estambul y ya llegaría ella, cuando todo estuviera bien. Seguramente la intervendrían por la mañana. Ir a Alicante era inviable. Se le partía el alma por verlo, por abrazarlo, pero debía permanecer al lado de su madre. Es lo que tocaba.
Khalid lo entendió, pero lo que le parecía inaceptable era que ella no quisiese que se acercara a verla. Estaba loco por tenerla a su lado, aunque fuese por un momento :
Dime en qué hospital estás, mi amor. Yo quiero ir a verte. Por favor, no me niegues esto. Dímelo.
No puedo, no puedo , es mejor así. Te prometo que voy a hacer todo lo posible para reunirme contigo cuanto antes. Aquí no puedes venir…
Te avergüenzas de mí, no deseas que conozca a tu familia. Eso es, está claro…, es eso.
No, no, no… Es que no es el momento. Hazme caso. Ahora no le puedo decir a mi madre lo nuestro. Se va a someter a una operación delicada y debe estar tranquila. Ten paciencia, mi vida. Todo se arreglará.
Está bien… Si eso es lo que quieres, lo respeto. Pero me duele marchar sin verte. No sabes cuánto. No lo sabes… Estoy muy triste. Mi viaje no ha servido para nada. No quiero regresar sin ti. ¿Lo entiendes?
Khalid colgó enfadado. Mas ella no podía hacer otra cosa. Quizá en el fondo le daba cierta vergüenza porque era mayor que él. Qué iban a pensar sus hijos! Aún no había superado ese obstáculo y le seguía dando importancia, como se la daba la sociedad.
Marta estaba hundida. En Murcia no tenía más que una tía, la hermana menor de su madre, a la que aún no le había avisado. Se lo diría por la mañana. Para qué hacerle pasar una mala noche. Tampoco había llamado a Gonzalo, ya se lo diría. Él no la dejaría sola. Gonzalo era su cayado, un gran apoyo en estas terribles circunstancias. Un cielo de persona que tenía siempre, que nunca le había fallado.
Pensar que Khalid se hallaba tan cerca de ella la incitaba a la desesperación. Estaba angustiada, triste, el mundo se le venía abajo.
Llamó a sus hijos, que estaban por ahí con los amigos, y se quedó junto a la cama de su madre, que por fin se había dormido.
La operación salió bien. También habían tenido que intervenirle la muñeca. La operaron temprano y a mediodía ya estaba en la habitación. Tuvieron que implantarle una prótesis de cadera, pero el traumatologo les comunicó que era una persona fuerte y que todo iría miel sobre hojuelas.
Estaba Gonzalo con ella comiendo en la cafetería del hospital, sus hijos en casa ya y su tía en la habitación cuidando a su hermana, cuando suena su móvil :
«Sobrina, hija, hay un chico joven que pregunta por ti, dice que es ¿¿ Khalid??

 

XVII

 

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Khalid necesitaba ver a Marta, no podía irse sin mirar sus ojos de bondad, donde se habían conciliado todas las esmeraldas de este mundo. Y sin besar sus templados labios.
Estuvo pensando la manera de dar con ella. Recorrería todos los hospitales de Murcia si tuviera que hacerlo… Estuvo mirando por Internet todos los que había hasta que el sueño lo doblegó.
Al despertar el día, despertó con él y bajó a darse un baño a la playa , sintió que el agua era más cálida y menos densa que la suya, el mar de Mármara. Entonces, con el fresco de la mañana se le encendió una bombilla. Contactaría con Esther, se hicieron amigos por Facebook al volver ella de Estambul y la tenía localizada. Era la mejor solución.
Subió a la habitación, y fue lo primero que hizo.
Esther le contestó a media mañana. Se enteró por él mismo que Elvira estaba ingresada, y cuando se informó de todo, le dio detalladamente la información que requería
sin decirle nada a Marta. Creyó que debía hacerlo. Él había demostrado que la amaba viniendo a verla desde tan lejos.
Khalid puso rumbo a Murcia con la emoción en el corazón. Con besarla tenía suficiente. Quería decirle a sus ojos que los amaba, que no podía vivir sin ellos. Le daría una sorpresa. Así no podría decirle otra vez que no era conveniente que se vieran. Y así lo hizo.
Llamó a la puerta de la habitación del hospital y salió una señora de unos setenta años, bien parecida. Sus ojos le recordaron a los de su amor:
Buenos días, señora. Busco a Marta,
¿Marta…, mi sobrina?
Sí sí… Marta, ¿Está?
Pues… sí…, digo no… No está. ¿Y usted quién es?
Soy Khalid… un amigo que conoció en Estambul… ¿Me puede decir dónde la puedo encontrar?
Ah, pues…, espere aquí un segundo. Voy a llamarla.
Khalid quedó en el pasillo esperando, mientras la tía avisaba a su sobrina con la puerta cerrada a cal y canto.
Marta, con el bocado de sándwich en la boca, se disculpó con su amigo Gonzalo y no esperó el ascensor. Subió corriendo por las escaleras los tres pisos.
Se miraron a los ojos unos instantes eternos. Se cogieron las manos, y una marea de sensaciones sacudió sus corazones. Se abrazaron sin tiempo, sin prisa, sin deseos de separarse. Se besaron tiernamente, dulcemente, sintiendo la piel de sus labios vibrar, tocarse con suavidad, con mimo, arañarse el deseo incontenible… Hasta que se percataron de donde estaban y se separaron.
Gente que deambulaba por los pasillos se les quedaba mirando con asombro.
Gonzalo, que subió tras ella, se quedó atónito, viendo al amor de su vida en brazos de otro. Un chico joven, bien parecido , que la abrazaba con denuedo. Vio cómo ella le correspondía arrebujada en su pecho.
Una sacudida muy fuerte en su interior le hizo comprender de una vez que jamás sería suya. Se quedó quieto, sin rumbo, como si le hubieran pegado los pies al suelo. Y sin que la pareja los viera, se marchó.

 

XVIII

 

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Tarde de sábado septembrino, de sol radiante y cálido. De brisa quebrando la quietud del aire.
De cielos sin nubes, sin bullicio de aves, inmensamente azules, cobijando en su seno un repicar de campanas de fiesta, un atronar de cohetes ,un ulular de alegría.
Tarde de gozo en los corazones de Khalid y Marta. Tarde de claveles de fuego y pasión.
Tarde de rosas de amor, rosas que abrían sus almas al perfume del deseo más puro.
Por fin se habían encontrado después de dos largos e interminables meses.
Salieron del hospital por unas horas, dejando a Elvira acompañada de su hermana.
Marta lo presentó como un amigo, sin que ni madre ni tía se lo creyeran. Sobre todo la madre, que había sido testigo del abatimiento de su hija durante este tiempo, de sus cambios bruscos de humor y de su tristeza.
Pero… ¿Volverás esta noche, hija? –Preguntó Elvira recelosa.
Claro que sí, mamá–Respondió Marta. Vendré para que la tía se vaya a dormir a casa.
Tomaron un taxi dirección a un hotel. Se miraban en silencio, extensamente, fundidas sus pupilas en el crisol de su único mundo. Sus manos reconociendo su piel, la piel del ser amado. Tacto que hervía de amor, que ardía en deseos de reencontrarse de nuevo, después de tanta espera, de tanto sentimiento encarcelado en sus almas sin permisos de salida.
Fueron a un hotel de lujo. En el ambiente, un perfume agradable a miel de flores, un aroma dulzón que envolvía la estancia.
Las tupidas cortinas apenas dejaban pasar la luz, que aún conservaba su claridad.
En penumbra se besaron, un beso y otro beso y otro y otro…Labios atropellados contra labios. Respiración entrecortada, suspiros robados al deseo, guardados en el espacio de sus bocas.
Besos como volcanes en erupción. Y sus lenguas atrapadas en el fuego caliente de sus bocas inseparables.
Me parece mentira estar aquí, contigo ¡ Lo he deseado tanto ! Ya pensaba que me iba sin verte, mi amor, mi bella princesa española.
Yo… yo… –No la dejaba hablar. Seguía besándola–Yo creí morir cuando vi a mi madre en el suelo, también pensé que no podría verte, mi vida. Era imposible ir a Alicante.
Pero tú no querías que viniera, y eso sí que era imposible. Tenía que verte, tenía que verte, me moría por verte. Me moría de amor.
¿Cómo me has encontrado?
Me lo ha dicho Esther, tu amiga.
¿Sí? No me extraña, lo cuenta todo. No sabe guardar un secreto. Pero esta vez ha hecho bien y me alegro. ¡ Me alegroo!
Ven… Deja de hablar… Ven aquí…, más cerca… .
Quiero oír tu corazón, tu latido pegado al mío, mira…, trae tu mano… ¿Sientes cómo corre? Está acelerado por ti. Tú eres la culpable. No sé qué me ha pasado. Me has embrujado. Me has dado un veneno que no me deja apartarme de ti. Eres una pequeña bruja. Te amo tanto…
Ella sintió que sus pechos estaban inquietos, deseando ser acariciados, queriendo sentir el sabor de sus labios, que su boca se apropiara
de ellos inyectando en su cima el néctar más dulce.
Khalid los notó brincar en su pecho y con delicadeza los liberó de su prisión de encaje y los acarició con todo su amor.
La fue desnudado con más prisa. Ella también a él. Y acabaron quitándose la ropa rápida y precipitadamente.
Sobre la cama, desnudos, se olvidaron de que existía otro mundo a parte de ellos. Esclavos del placer de tenerse. Presos del dictado de sus cuerpos. Atados a la cadena de sus besos.
Deseando hacer eternos los momentos vividos, gozados el uno junto al otro.

 

XIX

 

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Anochecía, el crepúsculo llegaba con sus luces malvas cabalgando sobre la umbría grisácea del día. Trazos azul oscuro en el cielo, rojos de viento y sol alicaído por poniente.
Ni asomo de luna y estrellas, el firmamento aparecía límpido y espectacular.
Los dos amantes permanecían en la habitación del hotel y apuraban los últimos minutos juntos.
Marta se dejaba abrazar por Khalid, que la rodeaba con sus brazos vigorosos y jóvenes. Lo tenía tan pegado a ella, que podía contar los latidos de su corazón, que podía medir su piel, poro a poro, sin moverse. Que podía escuchar el grito desbocado de su alma por volver a amarla de nuevo. Comenzó a hablar :
Khalid, ¿Por qué tenemos que estar tan lejos el uno del otro? Tú en Estambul y yo aquí.
Yo en Estambul y tú conmigo. Me prometiste que ibas a venirte conmigo. Vente, mi amor. Pasearemos en barco por el Bósforo. Nos amaremos bajo la luna. Al atardecer nos sentaremos en el jardín de nuestra casa a charlar de todo lo acontecido y nos abrazaremos cuando el mar nos regale su fresca brisa. Haremos el amor cuando amanezca y en nuestra ventana se pose la aurora. Y cuando la noche nos traiga su hechizo de amor, lo beberemos juntos.
Tendré tus labios para besarlos cuando quiera, y tú los míos. Tendré tu boca, tendré… Te tendré a ti, toda para mi.
Marta moría de emoción y lo besaba acaparando sus labios, sin querer dejarlos libres. Eran suyos, únicamente suyos.
Khalid …–Le dijo.
¿Qué?
Yo no puedo darte hijos. Y tú…
¿Y yo?.. . ¿Qué? Yo no quiero hijos. Te quiero a ti. Sólo a ti, solo, solo a ti.
¿Es que no lo entiendes? Soy mayor que tú.
Yo tengo dos hijos ¿te lo había dicho? Dos hombrecitos ya.
Bien, eso supongo que está bien, pero yo te quiero a ti, mi amor. Tú y yo en Estambul. Los hijos es secundario. No me importan.
Siento no irme contigo. No puedo. Mi madre me necesita. Mis hijos me necesitan. Te prometo que iré pronto. Todo se ha complicado. Todo es tan difícil…
No vendrás. Sé seguro que no vendrás. Luego será otra cosa y luego otra. Y así no vendrás… Pero yo tendré que venir a por ti.
Marta se quedó pensativa, eran demasiadas cosas las que la ataban a su Murcia. Su trabajo, sus hijos, su madre… No sabía si algún día podría trasladarse a Estambul estando en armonía todo. No lo sabía. Demasiados obstáculos.
Si yo no puedo ir, tú vienes a rescatarme. Te quiero. No dejes de hacerlo, vida mía. Tengo que volver al hospital. Es muy tarde ya.
¿Puedo verte mañana? Desayunamos juntos?–Le preguntó Khalid.
Mejor nos despedimos aquí.. Tú vuelve a Alicante y descansa, que mañana sale tu avión.
Déjame amarte una vez más, sólo una vez más, Que tu cuerpo se estremezca, que sientas cómo mi deseo se muere en tu piel. Déjame sentir que eres mía. Ámame, ámame. Déjame amarte, mi amor.
Marta volvió a sentir cómo se le abría la piel del deseo, hizo el amor por última vez, disfrutando cada caricia, cada sorbo de su boca, oyendo cada latido de su corazón palpitar junto al suyo. Presentía que era la última vez y se dejó arrastrar por su cuerpo sin voluntad alguna. «La última vez» resonaba en su cabeza como un mal presagio.

 

 XX

 

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Se había envuelto en lágrimas la noche. La noche que caía a plomo sobre la ciudad. Comenzaban a desfilar las primeras estrellas, tímidas, cortejando a la luna, que se había hecho de rogar. Traía un puñado de girasoles blancos por diadema. Y las estrellas robaban el blancor de sus pétalos picudos. El cielo lloraba lágrimas blancas, que mojaban las almas de Marta y Khalid y anidaban en sus ojos.
Era una tristeza verlos, ensambladas sus almas, guardadas sus miradas en un sólo iris,
sus manos en una sola piel, y sus corazones palpitando al unísono como dos hermanos gemelos. Ellos en un único beso de amor interminable.
Volveré por ti, mi amor. Volveré….
Marta subió a la habitación del hospital, estaba destrozada, con la pena por alimento, con el alma en la frontera del desasosiego. La Amargura se había apropiado de su ser. No sabía cuándo volvería a ver a su Khalid. No lo sabía. No lo sabía, y se la devoraba la tristeza.
Su madre le preguntó, su tía le preguntó… Ella no quiso hablar, no pudo hablar. Llamó a sus hijos, le tranquilizó escuchar sus voces. Estaban bien, en la gloria, pasando un día a su aire, sin la madre y la abuela importunando.
Una vez a solas con su madre, se vino abajo y lloró con angustia, con miedo, con soledad…
Mamá… ¿Mamá? ¿Me escuchas?
Claro, hija, ¿Cómo no iba a hacerlo? Sufro de verte así, tan apenada. Tengo los ojos cerrados, pero no duermo.
Me muero de pena, se ha ido para siempre. Lo sé. Sé que no va a volver. Se ha ido el amor de mi vida, mi Khalid de mi corazón.
Hija de mi vida…, yo…, me gustaría arrancarte de cuajo esa pena. Todo pasará, todo pasará como un mal sueño, como la lluvia…
Mi sitio está aquí, madre, pero mi corazón no.
Mi corazón está con él. Y lloro amargamente.
Piensa en tus hijos, te necesitan, les partes el corazón si te vas. Piensa en ellos.
Y tú me necesitas ahora. Tengo que cuidarte.
Ay, nena… Yo no quiero ser un estorbo…, y ahora no me puedo mover… Por cierto, ha llamado Gonzalo para preguntar cómo seguía. Lo he notado muy apenado.
Mamá… Lo sé, lo entiendo perfectamente. No lo está pasando bien con lo de Khalid. Pero, no lo puedo remediar. Lo quiero mucho, pero no es amor. Es otra clase de amor.
Bueno…, cariño, tiempo al tiempo… No vayas a perder su amistad. Él te quiere, te ha querido siempre y lo ha demostrado de sobra… Y este nuevo… No sé yo. Hija, es tan joven…
Ya lo sé, mamá. Es lo que me martillea a todas horas… Es muy joven, pero nos hemos enamorado… ¿Quién tiene culpa de esto?
Marta se quedó mirando fijamente el colgante que se acababa de quitar y lo tenía en su mano. Era el único recuerdo material junto con la carta y el billete de avión, que conservaba de él. Lo acarició pensando en sus ojos rasgados y en sus labios de azúcar, y sintió una honda punzada en el pecho, el dolor profundo de una herida abierta, un hachazo brutal que no sabía ni podía digerir. Volvió a retomar la conversación con mucho esfuerzo :
Bueno, madre, duerme que ya es muy tarde.
Lo intentaré… Hija, esta cama es incómoda de narices. Ayúdame a subirme un poco, tengo los pies fuera.
Elvira se quedó dormida, emitiendo un leve ronquido. Marta la vio muy mayor y afloró un amor inmenso hacia ella. Más que nunca.
Pensó en Gonzalo, lo llamaría mañana. Lo quería y lo seguiría queriendo toda la vida.
Se acercó a la ventana y la luna allí seguía con su diadema d girasoles blancos. Estaba muy hermosa, casi tan hermosa como en Estambul. Le pareció que se acercaba y le sonreía como lo hacía Khalid. Una sonrisa que abarcaba un mundo de amor. Lo llevaría siempre con ella. Nadie ni nada le podría arrebatar lo vivido con él, una maravillosa e increíble historia de amor.

 

F I N .

 

La imagen puede contener: cielo, crepúsculo y exterior

 

 

E P Í L O G O . Este relato corto, que acaba de finalizar, está basado en hechos reales. Fue real el viaje a Estambul. Reales son Khalid y Marta junto con sus cuatro amigas. (Lógicamente he usado nombres falsos).
La mayoría de los lugares que se describen son reales, asi como muchos de los sucesos relatados, como la excursión por el Bósforo, o la tormentosa tarde del baño turco, entre otros.
Es ficticio el trasunto amoroso de los dos protagonistas, su historia de amor, verdadero nudo de la trama. . Khalid y Marta se conocieron y se gustaron. Y esa ha sido la base para mi gran historia de amor.
A los que la habéis seguido, espero que os haya gustado, y os doy las gracias por haberle dedicado a Marta y Khalid una porción de vuestro tiempo, siempre tan valioso.
Deciros también que la historia no acaba aquí. Habrá, si Dios quiere, una tercera parte.
Hasta entonces, os deseo lo mejor. Un abrazo chillao.


 

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                           LUCÍA ABADÍA GIMÉNEZ 

  


TERCERA  PARTE

Había pasado un año. Un largo y triste año desde que Marta y Khalid se separaron. No habían vuelto a verse. Él cogió el avión aquel domingo de septiembre pasado rumbo a Estambul, dolido y solo. No consiguió llevarse a Marta ; y ella permaneció en su Murcia natal, donde debía de estar. Así lo decidió y no hubo más que hablar. No era el momento. Su madre se había fracturado la cadera e intuía una larga y dolorosa recuperación, como así fue. Estaban también sus hijos, que no tenían la menor intención de trasladarse a ningún otro lugar. Tenían su vida en Murcia y no pensaban renunciar a ella. En tercera posición se hallaba su trabajo, se sentía realizada ejerciendo de profesora, le gustaba mucho y lo habría tenido que dejar de haberse marchado con Khalid. Pero no perdía la esperanza de volver con su amor. Quizá algún día podría coger el avión y aterrizar en Estambul. Ella soñaba con que vendría ese día y podría vivir con el hombre que amaba.
Los dos primeros meses se hicieron duros. La ausencia del ser amado le provocaba un dolor profundo, de desgarro. Se llamaban a diario. Khalid insistía hasta el hartazgo en que se fuera con él, que la esperaba, que la deseaba…
Un día y otro… Y otro día… Mas ella no podía arrancarse de cuajo todas sus raíces, todo lo que le importaba y quería. No podía.
La luna los acercaba bajo su halo dorado. En las noches en que venía redonda como un girasol, ya fuera en Estambul o en Murcia, se llamaban y se dedicaban el amor más puro y atormentado. Recordaban los momentos vividos juntos y sentían un deseo irrefrenable de acariciarse y de besarse. Imaginaban que el terciopelo de sus labios se fundía en una hilera de besos dulces y apasionados, hecho rosas de seda brotando de sus bocas. Ella notaba el calor de su piel sobre la suya, se quemaba con el fuego desmedido de su deseo y se moría ardiendo de placer. Él besaba las sierras de sus pechos y escalaba hasta alcanzar el cielo. Quería estar dentro de ella, sentir su calor de mujer enamorada, un calor dulce y tip ( excelente )
Con el paso del tiempo las llamadas se fueron distanciando. Khalid estaba dedicado por entero a sus negocios y se encontraba desbordado de trabajo y un tanto enfadado porque Marta no lo acompañaba. Y ella tenía cada vez más claro que su lugar estaba junto a los suyos,pese a que lo amaba y era parte de ella, una parte muy importante.
Sin embargo, poco a poco dejaron de llamarse. Cada uno siguió con su vida, intentando olvidar su gran amor, que la herida de la añoranza dejara de sangrar. Él ya no la esperaba y estaba en lo cierto. Pensaba que para ella no era lo primero.
Y ella se sentía cambiada, más vital, más guapa… Ese amor la había convertido en otra mujer. La luna de Estambul había obrado el milagro y le había devuelto la confianza en ella misma. Aprendió a quererse y a dejarse querer. A partir de esa transformación, comprobó que su atractivo no pasaba desapercibido, y una nueva etapa se abría ante sí. Un tiempo apasionante le restaba por vivir.

 

 

La imagen puede contener: cielo, noche y exterior

  

I

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Septiembre, mes que siempre está de vuelta, de vuelta a la ciudad, de vuelta al colegio, de vuelta de vacaciones, de vuelta a la rutina. El verano duerme soñando su final, y el otoño entra triunfal en el alma de sus días. El verano no quiere morir y el otoño boga tímido, como no queriendo molestar a la estación que nos deja. Respeta de momento el temperamento de su viejo vecino, pero al final se establece sin miedo con sus días acerados y sus árboles desnudos, con sus hojas tapizando el suelo. Con su viento airado y sus atardeceres ocres y rojos.. Con sus castañas y sus dátiles, sus templadas mañanas y frescas noches .
Marta comenzaba un nuevo curso. Se sentía afortunada por tener un trabajo, una madre y unos hijos a los que adoraba.Todos estaban bien de salud ¿Qué más podía pedir? Para su completa felicidad faltaba Khalid, pero esa herida se iba cerrando poco a poco. Al menos eso quería creer ella.
Cuando el sueño la vencía, Khalid aparecía casi siempre amándola, desnudo , con su piel tersa y su sonrisa simpática.. Libres sueños, llenos de pasión y ternura, de deseo y placer. Desinhibidos , abiertos a todo tipo de juegos, donde el amor y la pasión pugnaban por ganar y empataban.
Había cambiado. Ya no la acuciaba esa necesidad perentoria de morir en los brazos de su amado.. Sino que su amor se había aletargado y dormía junto a ella.
Ahora la seguían en instagram un ejército de turcos, a los que no hacía caso. El hechizo que ejercía su físico continuaba intacto, e incluso se incrementaba. Cada día que pasaba notaba que gustaba más, que era más atractiva.
Este tema la tenía entretenida. Por Facebook también le habían solicitado amistad, pero no se fiaba. No los conocía de nada.
Esto no me ha ocurrido nunca –Le comentaba a sus amigas más íntimas, . Algo extraño me está sucediendo. Parece que tengo un imán.
Sus amigas le quitaban importancia, diciéndole que eso era lo normal en las redes sociales y que las dejara a un lado.
En la escena también estaba, como no, Gonzalo. Muy cariñoso siempre, pero se mostraba frío. La seguía queriendo, no cabía duda, mas en la distancia. Ya no se lo confesaba abiertamente. Había hecho demasiado el tonto.
Salían a cenar o comer en la misma tónica de siempre. Hablaban de todo y estaban bien juntos.. Él pensaba que había ganado una batalla crucial, pero no la guerra.
Una noche, cuando Marta acababa de dormirse , sobre las dos de la madrugada se encendió su teléfono. Alguien le estaba escribiendo. Y al comprobar quién era, se quedó de piedra. No daba crédito.
Le envío un mensaje a Esther con la impaciencia de una colegiala.
¿Duermes?
No, hija, estoy desvelada. Ya sabes que yo duermo poco.
Mira quién acaba de contactar conmigo.
Madre mía… No puede ser. Seguro que es uno que ha suplantado su personalidad –le anotó Esther. Vamos a comprobarlo. Esto ya no tiene explicación. Es un sinsentido.
Eso he pensado. Dice que ha visto mis fotos y ha sentido algo especial. La conversación es correcta. Te la mando para que juzgues.
Esther no se lo podía creer. Este último contacto no tenía ni pies ni cabeza.
Oye, Marta, nos tomamos una cerveza al salir de clase mañana y hablamos. Nos contamos lo que hemos averiguado.. Estoy en shock. Pues imagínate cómo estoy yo. ¡¡Es muy muy guapo!! Y muy deportista…
Pero tiene rasgos muy pronunciados de su etnia. Khalid es más europeo. No está mal,,a pesar de eso. Bueno, duérmete ya, que vas a terminar loca.

II

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La noche se cerró en negra incertidumbre. El cielo de azabache caía a plomo sobre la ciudad. Noche sin luna, sin brillo de estrellas. Negra como las fauces de un lobo. Noche de cálida brisa que acariciaba el cuerpo de Marta, sentada en el sofá de la terraza, pensativa, insomne.
Acababa de hablar con Esther y volvió a leer el mensaje de esa persona que aparecía como un príncipe de las mil y una noches.
De momento no le había contestado. Estaba aturdida, confusa, no sabía quién era el sujeto y qué quería realmente de ella. Pensó que se trataría de una broma. Procuró dormir, pero fue imposible. Su cabeza no la dejaba. ¿Qué hacía un príncipe contactando con ella? Nada tenía sentido. Un príncipe heredero le había escrito. ¿Con qué finalidad? Bah, sería un impostor –Pensó, intentando tranquilizarse.
Al final el sueño la doblegó y cayó en manos de Morfeo cuando el sol templaba la persiana a medio bajar de su dormitorio y sus rayos inoportunos se filtraban iluminando la estancia.
Apenas durmió una hora, pero le supo a gloria bendita. Y mientras recorría el trayecto hacia el trabajo fue recordando el contenido del mensaje del príncipe:
«Hola, mi sol radiante» ¿Cómo estás?
«Quiero decirte por qué contacto contigo. No es nada serio, pero me siento atraído cada vez que veo tu perfil y me gustaría saber más de ti si no te incomoda».
A media mañana, en el recreo, conectó de nuevo el teléfono y decidió contestarle :
» Hola » Cuando has enviado el mensaje, dormía. En España es madrugada»
Al instante recibió su contestación :
Soy alteza el príncipe Hassanni del reino de Kalenjuma… ¿Cuál es tu nombre?
«Marta»
«Vale, querida » Encantado de conocerte»
«Y yo también. ¿De qué me conoces?
«De instagram. Estaba arreglando alguna cosa de mi perfil antes de encontrar tu perfil y sentí algo en mi corazón diciéndome que hay algo especial en ti que me atrae, pero todavía estoy pensando en ello.»
Me alegra que pienses así. Hablas muy bien español»
Usé la aplicación de traductor ¿De dónde eres?
» De Murcia, España. ¿Y tú? ¿Dónde vives?
En Kalenjuma,, ¿Has oído hablar de mi país?
Tengo que dejarte…
Marta cortó la conversación porque tenía que volver a clase.
Tenía que investigar si era cierto que existía ese país y ese príncipe. La curiosidad que sentía la mataba.
Buscó todos los datos, investigó y llegó a la conclusión de que efectivamente era un príncipe real. Pero… ¿Qué quería de ella?

III

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Se dejaba querer un sol con aplomo a mediodía. El cielo rebosaba de almas azules, las nubes se habían vuelto azules. Las aves volaban azules sobre los tejados azules. Sólo el sol se asía a su caminar de oro, todo él dorado como el corazón de las margaritas. Oro y fuego por su brocal despedía calentando el mundo a su paso. Era el dios indiscutible del universo. El más envidiado. El más deseado.
El colegio, a esta hora canicular , se había quedado solitario. Los alumnos se habían marchado dejando su huella en las aulas. Un olor juvenil a adolescencia hirviente impregnaba las paredes, las mesas, los asientos… Todo olía a ellos. Era el aroma de la vida recién estrenada.
Marta y Esther se dirigían a tomar una cerveza, como solían hacer a menudo.
Le he contestado al príncipe en el recreo –Comenzó a hablar Marta con una estrella de levante en la mano, mostrando a su amiga la conversación.
Cuéntame, estoy en ascuas.¿ Qué has averiguado?
Nada… He indagado y efectivamente es real. Mira qué pone :
Hassa 4. Esta es la página oficial del príncipe Hassanni Ben Hamman de kalenjuma. Para contactar y conectar está Hassa 3 y Hassa 3gram.»
Las fotos coinciden, sale en palacio, con su padre, haciendo deporte… En un montón de sitios. Nadie se atrevería a suplantarlo. Él me escribe desde su perfil. Esther…, ¿ qué opinas?
¿Que qué opino? No sé qué decirte. Que me parece increíble. Hija mía, vas subiendo de categoría. Y guapísimos los dos. Porque Khalid es un tío guapo también. Uno dueño de un hotelazo y el otro de la realeza. ¿Hay quien dé más?
Ay, mi Khalid… No consigo olvidarlo. No hay noche que no sueñe con él. Pero es mejor así.
Yo no puedo irme a Estambul y él no busca otra cosa. Él se habrá cansado de esperarme. Es joven, encontrará a alguien de su edad. Cuando pienso en él, es… Es como si se me congelara el aliento y un viento duro y frío, como un aquilón, me impidiera respirar. Fue muy hermoso. Estuve loca por él, a punto de dejarlo todo. Pero hubiera sido un despropósito. Lo que quiero y me importa está aquí. Aún lo amo ¿sabes?
Y él a ti. Estoy segura. ¿Sabes algo de él? ¿Os llamáis?
Hace tiempo que no. Pero aún conservo el billete de avión, llevo puesto el colgante que me envió , y, por supuesto, la carta.
Y ahora este príncipe. Desde luego, Marta, tú no te aburres. ¡Válgame el Señor! Con razón Gonzalo te parece vulgar, y un carcamal al lado de estos dos.
Ja ja ja ja, qué tonta eres. Gonzalo es mi gran amigo, mi amigo del alma. Pero no lo amo.
Y es lo más real que tienes…, desde luego.
Y dale… Que no lo quiero, A ver si te enteras.
Bueno, ya me irás contando cómo continúa lo del príncipe,no me ocultes nada. No me duermo si no me cuentas todo. Tenme al día.
No sé si me volverá a escribir. Lo mismo no vuelve a hacerlo. Ya te digo algo. Y vámonos que es tardísimo, ya está mi madre llamando.

IV

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Era sábado, un sábado de septiembre caluroso, lleno de luz. El último sábado del mes. Veranillo de San Miguel, como se llamaba popularmente. Sin visos del otoño, aunque la estación de las hojas caídas, de los huesos de santo y de los atardeceres rojos, ya había ocupado su lugar en el calendario.
Los sábados para Marta tenían un sabor especial. No trabajaba, se dedicaba a su casa y su familia. Llamaba a su amiga Ana. Este sábado en concreto necesitaba contarle el asunto del príncipe. Aun sabiendo que le aconsejaría apartarse de las redes sociales, como así fue. Ana se lo había dicho muchas veces, las redes sociales encerraban muchos peligros. No eran santo de su devoción.
Después de todos esos quehaceres, salía con su madre a mediodía a pasear por el Malecón y tomaban una cerveza en alguna terraza que les cogía al paso. Solían sentarse en la Glorieta de España, frente al río Segura. Allí tomaban unas marineras y unas aceitunas. La marinera, para quien no lo sepa, es una rosquilla con ensaladilla rusa adornada de una anchoa riquísima.
Esa misma mañana le había vuelto a escribir el príncipe. No habían transcurrido ni veinticuatro horas desde que ella le contestó.
«Hola, sol ¿ Qué estás desayunando?
Desayuné tostadas con tomate y aceite y café. ¿ Y tú?
Café. ¿Has estado en mi país?
No, nunca. He visto algún reportaje por televisión.
¿Nos encanta visitar tú Kalenjuma algún día?
¿Esto es una broma,? No entiendo nada de todo esto.
¿A qué te refieres?
No entiendo que tú siendo un príncipe, como me dices, y teniendo en tus manos todo, te guste el perfil de alguien por instagram.
Sí te quiero ser mi amigo–le contestó él.
Amiga (Marta observó que el traductor no estaba muy fino) De acuerdo, yo también.
Gracias, Marta, amiga.
De nada. ¿Estás en Kalenjuma o de viaje?
Sí, estoy en Kalenjuma.
Te dejo, tengo cosas que hacer.
Está bien cariño. Que tengas un buen día.»
Marta se permitía el lujo de cortar la conversación cuando lo estimaba oportuno. Seguía intrigada, sin saber qué quería el príncipe de ella. Algo era que no lograba imaginar.
Por la tarde, cuando se disponía a salir un rato
con sus amigas, el príncipe volvió a escribirle :
«Hola, sol.
Hola. ¿Por qué me has mentido? No era necesario mentir. Puedo ser tu amiga sin que seas un príncipe.»
Marta se atrevió a insinuarle que le había mentido para comprobar su reacción. Esperó un rato y no recibió respuesta.
¿Por qué no me contestas? –Finalizó Marta.

V

La imagen puede contener: cielo, puente, océano, exterior y agua

Marta comenzó a sentir de repente unos deseos irrefrenables de hablar con Khalid. El episodio del príncipe le había conducido al recuerdo de su amor. Revivió las últimas horas en el hotel donde estuvieron, un hotel que veía siempre camino del trabajo.Y siempre se le partía el corazón. Miraba de soslayo las ventanas y se introducía en una de ellas para soñar despierta. No sabía exactamente qué ventana era, pero daba igual.
Allí estuvimos juntos–pensaba empapada de añoranza. Y la tristeza se embarcaba en su puerto. El puerto de su alma navegando en la zozobra.
. Repasaba meticulosamente el habitáculo: la cama, las cortinas, las mesitas, el aseo…Todo lo tenía en su mente como una fotografía nítida. Su voz, su cuerpo, su risa, su mirada, sus manos… Todo era entrañable para ella.
. Había pasado poco más de un año, pero su remembranza estaba intacta. Masticaba la nostalgia de su ausencia, rumiaba el sabor de sus besos, bebía el zumo de su boca, que andaba sujeta a la curva aterciopelada de sus labios. Acariciaba su deseo y su gozo a punto de estallar de pasión… Suspiraba por volver a sentirlo dentro de su cuerpo, abriendo su carne herida de amor, subyugada a su carne.
Tenía que llamarlo, saber de él. Necesitaba escuchar su voz. Cómo le iba con el hotel…, con su restaurante…, si aún la amaba… Tenía que saber que seguía siendo suya. Que no tenía a nadie más.
Lo llamó y nada. Le envío un WhatsApp y nada.
A los cinco minutos insistió, y nada. Volvió a llamar y nada. ¿Qué le pasaría? Se angustió.
Ya me ha olvidado –pensó resignada.
Mientras cosía su desasosiego, el príncipe le escribió de nuevo :
¿A qué te refieres? (En repuesta a su duda)
Me has mentido con tu identidad. Tú no eres príncipe.
Tengo tres cuentas : Hassa 3 y Hassa 3gram son para mis publicaciones. Hassa 4 es para mis fans y mis amigos. Muchas mujeres me molestan en Hassa 3 y Hassa 3gram y no me gusta. Estoy ocupado ahora. Hablaré más tarde hoy.
De acuerdo. Yo también estoy ocupada.
Vale querida.
Hassanni se había enfadado. Quizás no le escribiría más–Pensó. Qué se le va a hacer.
Ahora su pensamiento y su corazón estaban con su amor. Le volvió a dejar otro mensaje :
«Hola de nuevo, Khalid. Me gustaría saber de ti, si te encuentras bien. Saber cómo te van las cosas . Cuando puedas, me llamas. Un abrazo.»
Marta, viendo que no recibía ni la más mínima señal de Khalid, pensó que podía haber cambiado de teléfono o haberlo perdido. Su inquietud crecía por segundos. No se explicaba por qué esa prisa por saber de su amor, así, de repente. No lo comprendía.
Buscó en Internet el teléfono del hotel y llamó sin dudarlo un instante utilizando un incipiente inglés:
Good night. Can I tall to Khalid… Khalid… Hlrzuak? (Lo repitió varias veces) Sorry, I am a good friend. My name is Marta… Marta… of Spain.
Sorry… Míster Khalid is travelling to Spain.
Thank you. Thank you. Good bye… (Lo dijo después de un tenso silencio)
Colgó el teléfono. No lo podía creer.. No daba crédito a lo que había escuchado . Su amor estaba camino de España. ¿Sería verdad o se habían quedado con ella?


VI

 

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De su cabeza brotaban jazmines azules, sueños de amor y deseo en su Estambul querida, coronada de zafiros y calzada de aguamarinas. El Bósforo, rebosante de azul, envolvía sus almas en un abrazo infinito. Abrazo envuelto en besos azules, que alborotaban el aire como traviesas mariposas, posándose sutiles en la seda natural de sus labios. De su corazón brotaban rosas de mil nostalgias con sus espinas de angustia y ahogo hurgando insistentemente obcecadas
en la ausencia del hombre al que amaba. Lo echaba de menos. Lo adoraba. Lo necesitaba.
De un segundo a otro segundo todo se había puesto patas arriba. Su tranquilidad se volvió intranquila. Su visión lógica de las cosas se transformó en irracional. Su relativa paz se rebeló y se inició una guerra en su interior que cambió el escenario de su yo convencional, de la vida que llevaba en armonía con el mundo.
Khalid viajaba a España, no sabía nada más que lo que le acababan de informar desde el hotel, al otro hilo del teléfono. No había conseguido hablar con él. ¡¡Claro!! —Pensó. Si va en el avión tiene el teléfono apagado. Por eso no me contesta.
Marta, más calmada, volvió a enviarle otro mensaje :
«Amor mío, en cuanto puedas, llámame. Necesito saber de ti, enseguida nos vemos, te quiero». Un poco atrevido –se dijo.
La noche caminaba negra, como boca de lobo, sin asomo de luna, ni estrellas. Era tarde y seguía sin saber nada de su turco amado.
Sobre las dos vio que se iluminaba su teléfono, era el príncipe Hassani. Sintió decepción.
¡Vaya unas horas que tiene para conectarse! —Pronunció entre dientes.
Hola, querida. ¿Cómo ha ido tu día?
Hola.. . Bien … ¿No duermes?
Aquí son las 12:00, querida.
Pues en España son las dos de la mañana.
Esta hora es buena. Hay tranquilidad. Estoy solo para ti. Y recuerda que yo te he elegido.
Yo elijo a mis amigos. Y tú tienes el privilegio de hablar conmigo.
Pues…(Quedó perpleja al observar la altanería de su majestad) Pues yo también elijo a mis amigos, eso debes saberlo. ¿Cómo ha ido tu día?
He viajado a Tugistan. Pero quiero saber la calidad de tu personalidad.
Estoy separada. Tengo dos hijos. Soy profesora. ¿Tú estás casado?
No vives con hombre. ¿ Es eso?–Le preguntó sin saber el significado de «separada».
No has contestado a mi pregunta, Hassa.
Tengo que dejarte ahora, querida.
Vale, ya me lo dirás en otra ocasión.
Marta seguía sin saber qué quería de ella. Le intrigaba y no le desagradaba hablar con él.
Pero su amor seguía sin contestarle. Le entraron dudas que la atraparon como tentáculos de pulpo. ¿¿Y si no era ella el objetivo del viaje?
¿Y si la había olvidado? ¿Y si no la volvía a llamar? ¿Y si ya no volvía a verlo nunca?
Con esta incertidumbre se durmió acurrucada entre sus brazos, bajo el techo de su boca, alimentandose de las caracolas de su aliento,
acariciando el tacto de sus manos. ¿Por qué no podía olvidarlo? ¿ Por qué, ¿ por qué?

VII

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Sueños, sueños de amor, por las venas del alma venían cantando. Traían besos dulces, dulces abrazos, roces de azúcar, caricias de almíbar, traían palabras dulces, dulces suspiros, alientos de miel… Venían cantando por las venas del alma.
Sus cantos enamoraban los corazones, sedientos de amar; corazones solitarios ansiando amar. Ilusiones, esperanzas, miradas de amor… Deseos de amor, pasiones, gozos, traían en sus letras los sueños de amor.
Marta, como se enciende el árbol navideño, encendía su corazón de sueños, sueños de amor y nostalgia. No vivía, no paraba un segundo despierta. La llegada de Khalid la agitaba, la inquietaba, no la dejaba descansar.
No tenía noticias de él, no sabía nada de él. Masticaba la angustia y la alegría. Una sensación muy extraña. Un ahogo impertinente. Un sueño de amor amargo. Una duda irritable la mantenía en vilo.
Se durmió agotada en la marasma de sus sueños, y soñó con el coral moreno de su piel.
Amaneció con un sol blanco de bruma, que paulatinamente se iba volviendo dorado.
Sin noticias de Khalid. Abrumada, empezó a asumir que su amor la había olvidado, que ella no era el objetivo de su viaje.
Estaría en España, había tenido tiempo suficiente para llegar y no la había llamado.
No sabía qué hacer, y decidió dejar pasar unas horas con la esperanza de recibir alguna noticia. Pero quien volvía a conectarse de nuevo en el móvil era el príncipe:
¿ Qué tal estás hoy, querida?
¿Tienes hora para atenderme?
¿Hola? –Insistió.
¡ Hola! Hoy es mejor hora. Al menos no es de madrugada. Estoy bien. ¿Y tú?
Muy contento de hablar contigo. Para mí eres una persona interesada.
Querrás decir interesante. Interesada significa que busco algo de ti, y no busco nada. Tú me has buscado.
Perdón, querida, interesante. Eres especial, por eso te he elegido. Tú tienes el regalo de hablar conmigo. Tú eres la escogida.
No te entiendo. No entiendo nada. La escogida, ¿Para qué?
Tú vienes a mi país, te concederé audiencia.
Podremos conocernos.
Pero yo no voy a ir a tu país. Ahora no puedo viajar.
¿Cuál es tu salario?
Unos 1600 euros mensuales.
¿Cómo puedes vivir con tan poco dinero?
Yo no tengo los gastos que tú tienes. Mi vida es sencilla. Es suficiente.
No te preocupes. Yo te mando el certificado first para que puedas venir , mi asistente personal te lo envía. Y también el billete de avión. Ahora tú sí vienes ya.
¿Es una broma?
No es una broma. Yo hablo en serio.
No, ahora es imposible. No voy a ir a verte. Tengo que dejarte. Adiós.
Marta estaba nerviosa. No entendía nada. Y decidió dejar de hablar con él. No volvería a dirigirle la palabra. Sintió miedo, un miedo atroz. ¿Qué locura era esta? ¿Qué despropósito? ¡¡La invitaba a ir a su país una persona que sólo la conocía por fotos!! . Increíble. Tenía que acabar con esto__Pensó decidida.
Después de esta conversación surrealista, volvió la angustia. Estaba volcada en localizar a Khalid y el único modo que se le ocurrió fue intentar averiguarlo llamando al hotel de Estambul. Allí debían de saber dónde estaba, cuál era su destino en España y el objetivo del viaje.
Después de varios intentos, logró hablar con su prima hermana, la relaciones públicas que lo acompañaba en las fotos y de la cual sentía unos celos terribles:
Te ruego que me digas dónde está Khalid, por favor, dímelo. He de verlo, aunque sea un instante–Le suplicó.
Te ha esperado mucho tiempo. No ha estado bien. Ha sufrido mucho. Y ahora que te ha olvidado, no es bueno que te vuelva a ver. No, no te lo voy a decir, lo siento. No insistas más. Disculpa.
Cortó la conversación. Todo había terminado Él no quería verla. Lloró desconsoladamente, como si le hubieran arrancado a golpes el alma. No había forma de dar con él.
A los pocos minutos sonó su teléfono. Era un número muy largo :
¿Sí?
Está en Madrid. Hotel Ambassador. Ha ido a la Feria de Turismo. Estará tres días. Y por favor, no le digas que yo te lo he dicho–Concluyó la prima.
Gracias, gracias, mil gracias.


C O N T I N U A R Á


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