EL SUPLICIO DE DIEGO DURO – LUCAS VALDÉS 1705 . IGLESIA DE SANTA MARÍA MAGDALENA ( SEVILLA ) .- «De aquel oscuro periodo histórico de la ciudad, aun se conserva en sus muros el fresco pintado por Lucas Valdés que representa un auto de fe y a un hereje que es conducido al quemadero identificado tradicionalmente con Diego López Duro, un mercader de Osuna (Sevilla), de origen portugués, que fue quemado vivo por delitos de judaísmo el 28 de octubre de 1703. Por ello esta pintura se conoce como El Suplicio de Diego Duro «. LA INQUSICIÓN EN SEVILLA – SEVILLA EN TUS MANOS .
La Inquisición en Sevilla, Siglo XVI
El 6 de febrero de 1481, hace 531 años, Sevilla fue testigo de la muerte en la hoguera de seis supuestos herejes. Fue, según la historia, el «estreno» de la Santa Inquisición, tal como nos cuenta Nieves Concostrina . *****AUTO DE FE EN SEVILLA 1481
http://www.fotolog.com/soniacaliani/56855004 . SUONA BEN SUZÓN – LA BELLA SUSONA
CONOCER SEVILLA – FRANCISCO SANTIAGO 2014
Sevilla fue la capital espiritual de la Santa Inquisición en España, estableciéndose en 1480 y donde ya se conocen casos de condena del tribunal en 1481, año en el que fueron quemadas en la hoguera más de 2000 personas. En 1520, el número de condenados superó los 30.000, de estos unos 4000 condenados a la hoguera.
Fue en la actual Iglesia de la Magdalena, erigida a fines del S. XVII sobre la misma planta de la antigua iglesia del convento de San Pablo el Real de los dominicos, que fue la primera sede de la Inquisición en Sevilla, establecida por los dominicos Fray Miguel de Morillo y Fray Juan de San Martín.
De aquel oscuro periodo histórico de la ciudad, aun se conserva en sus muros el fresco pintado por Lucas Valdés que representa un auto de fe y a un hereje que es conducido al quemadero identificado tradicionalmente con Diego López Duro, un mercader de Osuna (Sevilla), de origen portugués, que fue quemado vivo por delitos de judaísmo el 28 de octubre de 1703. Por ello esta pintura se conoce como El Suplicio de Diego Duro.
El alto número de presos y presuntos herejes o infieles hizo que aquel primer recinto del Convento de San Pablo se quedara pequeño, por lo cual se tuvo que pensar en habilitar una nueva sede. Siendo Inquisidor General de España Don Fernando Valdés, cardenal arzobispo de Sevilla, en el margen del Guadalquivir, junto al arrabal de Triana, estaba el Castillo de San Jorge, que fue edificado sobre los restos de una antigua fortaleza árabe, y que contaba con 26 cárceles secretas, las cuales eran calificadas por el mismísimo Santo Oficio en el S. XVII como «antros de horror, hediondez y soledad».
Estas estaban orientadas al Altozano, a la calle San Jorge y a la calle Castilla. Dentro del castillo se encontraba también la Iglesia de San Jorge, primitiva parroquia de Triana. La Inquisición estuvo establecida en el castillo desde 1481 a 1785, comenzando las actuaciones desde este en 1482 y utilizando para realizar sus autos de fe, primero las gradas de la Catedral, y más tarde en la Plaza de San Francisco, aunque la mayoría tuvieron lugar en la iglesia de Santa Ana, además de la de San Marcos y en el convento de San Pablo.
Según el historiador Ortiz de Zúñiga, en su libro Anales de Sevilla, en el castillo se colocó la siguiente inscripción en latín: «Sanctum Inquisitionis officium contra hereticorum pravitatem in hispanis regnis initiatum est Hispali, anno MCCCCLXXXI, sedente in trono apostolico Sixto IV, a quo fuit concessum, et regnantibus in Hispania Ferdinando V et Elisabet, a quibus fuit imprecatum. Generalis inquisitor primus fuit frates Thomas de Torquemada, prior conventus Sanctae Crucis segoviensis, ordinis predicatorum. Faxit Deus ut, in fidei tutelam et augmentum, in finem usque saeculi permaneat, etc. -Exurge, Domine, judica causam tuam.- Capite nobis vulpes».
«El Oficio de la Santa Inquisición contra la herejia de los reinos hispánicos comenzó en Sevilla en 1481, mientras ocupaba el trono apostólico el Papa Sixto IV, fue concedida reinando en España, Fernando V, e Isabel, por la que se rezó. Siendo el primer Inquisidor General el hermano Tomas de Torquemada, prior de la orden de predicadores de la Santa Cruz segoviana . Dios quiera que la protección de la fe crezca y continue hasta el final de los siglos con -Siendo, El Señor, nuestro juez por encima de nosotros .- Cójanos «.
Los reos condenados eran encarcelados en el Castillo de San Jorge y los condenados a la hoguera, eran trasladados hasta el quemadero de San Diego, en los terrenos de la actual Tablada, que fue utilizado por ultima vez en 1781. Pero no solo se quemaron judios, hay constancia de la quema de clerigos y frailes, dandose el caso de quemar de manera postuma, aquellos condenados muertos con anterioridad al juicio, desenterrando sus huesos de los cementerios de la ciudad, por aquel entonces en la Trinidad, San Agustín y San Bernardo, para ser quemados.
Tal dureza se empleaba en la Inquisición sevillana que el Papa Sixto IV en 1482 dijo sobre ella «Proceden sin observar ningún orden de derecho, encarcelan a muchos injustamente, les someten a duros tormentos, les declaran herejes y expolian sus bienes de los que han matado», pero decidió, como ya hemos contado, independizarla y lavarse las manos, como ya hiciera en su momento Pilato.
Más de 120 años después del comienzo de la Inquisición en Sevilla, Fernando Niño de Guevara, Inquisidor General que se caracterizó por su intransigencia, durante su cargo mandó ejecutar a más de 2.000 personas, teniendo que renunció al cargo por orden del Rey en 1602. Un año antes, en 1601, fue nombrado Cardenal de Sevilla, donde ejerció el cargo hasta su muerte.
En 1604, Niño de Guevara publicó unas disposiciones en las que mandaba un estricto control sobre la población morisca para procurar el cumplimiento de los preceptos de la iglesia y para que los niños fuesen educados en la fe cristiana, siendo en 1609, ya muerto el Cardenal, cuando se publicó el bando de expulsión de los mismos.
1.-Eslava Galán, Juan Ortiz de Zúñiga. Anales de Sevilla
2.-P. Mariana, Historia de España, (Lib. 24, c. XVII)Vidal, Jose Manuel. Suplemento CRÓNICA de Diario El Mund
3.-J. M. Montero de Espinosa: Relación histórica de la Judería de Sevilla. Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1978. Edición facsímil, p.95.
http://www.conocersevilla.org/historia/inquisicion/sevilla.html LA INQUISICIÓN EN SEVILLA . CONOCER SEVILLA . FRANCISCO SANTIAGO 2014
Entre la Sala Capitular y el Arquillo del Ayuntamiento de Sevilla , se encuentra la Cruz de la Inqusición / Fran Piñero . Rrecuerdo de los autos de Fe celebrados en la plaza de San Francisco
Tomada de » Inquisición : ¿ El pecado o el Oro ? «
Para explicar cómo fueron las vidas de los andaluces que sufrieron en sus propias carnes el Brazo Secular de la Inquisición, vamos a tomar una etapa precisa de la historia, el siglo XVI. Una etapa en el tiempo en el que la Santa Inquisición hacía y deshacía a su antojo .
Todo recorrido tiene un comienzo, el nuestro comienza aquí y para recorrerlo, lo haremos, esta vez, a través de un relato. Un relato en primera persona, el relato de un inculpado, de un particular e inexistente hereje:
Me intenté incorporar, para mirar a través de los barrotes de mi celda. Aunque apenas podía ver nada, fue en aquel instante, cuando comprendí que las torturas de la noche pasada habían sido demasiado fuertes. Apenas veía por un ojo y la hinchazón del párpado de mi otro ojo no me permitía ver nada.
No sabía exactamente qué hora podía ser, quizás las dos o las tres de la madrugada. El calor era asfixiante y aquella jarra estaba invadida de mugre e insectos de todo tipo. El olor a cirio y a incienso saltaban las murallas de la catedral, queriéndome profetizar que la hora estaba cerca. Pronto, cómo el inquisidor Valdés dispuso, los inquisidores determinarían el momento exacto de la hora del Auto de Fe.
Pude distinguir, entre lo poco que podía percibir, a los emisores encargados en llevar las invitaciones. Supongo, que a los Cabildos de la Iglesia, al Presidente y a sus oidores de la Audiencia, a los demás inquisidores de otros Tribunales de la Santa Fe. Vivimos en unos tiempos, en los que nadie quiere perderse semejante espectáculo. La capacidad de matar es algo innato del ser humano, y si a esto le sumas un extremismo religioso, aunque protocolario, como es en el caso de la Inquisición, el espectáculo se convierte en algo macabro, algo digno de ver por los que matan en nombre de Dios.
Debería rezar en estos momentos de amargura, pero… ¿Cómo?, si una rabia insana me come las entrañas. Aquí me veo, destrozado por fuera y desangelado por dentro. La garrucha, el potro, la rueda, me han dejado graves marcas y como un perro asustado, lamo mis propias heridas para causarme algo de calma. Aún no sé de qué se me acusa y a veces pienso que ellos tampoco lo saben. Han creado un circo para combatir sus propios demonios internos. La abuela Carmen, siempre me inculco que Dios era amor y piedad, pero parece que a aquellos que dicen ser sus discípulos, ese sermón se les ha olvidado.
Han convertido la Fe en algo que mueve montañas, pero no las que dicta la palabra del señor, sino, montañas de falsos fariseos, beatos con alforjas llenas, y gentes sin alma y sin raciocinio propio, capaces de delatar a su madre para salvar su propia Fe. Protocolan hasta los movimientos de las masas, como en los recorridos de los Autos de Fe, donde se agolpan las multitudes como lobos sedientos de sangre, y donde los inquisidores guardan sitios para tal marques o no sé qué duque, y así que no pierda ni un solo segundo de sufrimiento ajeno. Controlan hasta los comercios para que no falte de nada a esos mandamases de la curia, que están dispuestos a convertir en juglares, para el deleite de sus ojos, a los pobres condenados mientras se entusiasman por el olor a hoguera. Incluso irónicamente, siendo ellos la mano ejecutora, son capaces de decretar bandos prohibiendo las armas durante las fechas del Auto, y por si esto fuera poco, piden colaboración a los vecinos para que decoren sus balcones, y a su vez, enciendan hogueras para iluminar la noche. Y por si alguien se escapa, cierran todas las puertas de la ciudad, salvo una, por donde entrará la comitiva lúgubre con un destino incierto.
Pero ya queda poco y encomiendo mi alma al que quiera que fuese ese Jesús de Nazaret, porque él es el único que sabe lo que duele un calvario y una humillación, semejante a la que estoy sufriendo.
¡Y aún tienen la poca vergüenza de pedir por mi alma! Ayer los escuché, escuché sus rezos desde la fortaleza, dos sobrias procesiones recorrían las calles de la capital. Una pidiendo por la conversión de los que morirían al día siguiente; pobres, mendigos, niños y niñas, andaban por las calles rogando por la conversión de unos, y el arrepentimiento de otros. En la otra procesión, la imagen sería similar, la procesión de la Cruz Verde, símbolo del Santo Tribunal, que como una viuda, la cubren con un velo negro. Luego, como mandan las normas Inquisitoriales, llevarían la cruz a un sitio privilegiado del tablado. Puedo imaginarme como los frailes han estado custodiando la Cruz toda la noche, cantando y diciendo misas, a la espera de que los reos aparezcamos resignados en busca de nuestro infame destino.
Pierdo el conocimiento por momentos, pero algo se está tramando en esta Sede del Tribunal de la Inquisición, en esta antigua fortaleza almohade de Triana, imagino que ya han deliberado sobre los resultados de las entrevistas individuales de los confesores y se está confeccionando la lista definitiva.
Un confesor ha entrado en mi celda para llevarme fuera, tiene prisa, todo debe estar preparado para antes de que se levantase el sol. El interior y los alrededores del Castillo se han convertido en un hormiguero humano, poco a poco, todos, victimas, verdugos y testigos, nos hacen apelotonarnos en el Patio de Armas, donde terminará formándose una larga comitiva con dirección al centro de Sevilla.
PUENTE DE BARCAS
Escoltados por una gran masa de soldados, iniciamos el camino. Las piernas no me responden, por el dolor intenso de las plantas y miro a un lado y al otro, y las caras parecen las mismas, caras vacías tras hábitos vacios. Un rumor que discute con el de las cigarras, compitiendo por poner la melodía de este cortejo inmundo. Solo el ruido de los pies nos acompaña y marca el paso cansino el puente de barcas. Dejamos atrás la fortaleza inquisitorial, y cruzamos como podemos el río Guadalquivir por el puente de barcas (lo conocemos hoy por el de hierro). Luego atravesamos el Arenal, y alcanzamos la entrada a ciudad por la puerta de Triana.
PARROQUIA DE LA MAGDALENA
A mi lado se ha desplomado un pobre anciano, ni siquiera los llantos de un semejante, son capaces de reblandecer un poco el áspero corazón del Brazo Secular. Caminando por angostas y tortuosas calles, giramos a la derecha, encarando la calle Pajería (hoy calle Zaragoza), hasta consumar en el arquillo de Atocha (lugar que ya ha desaparecido). Ésta, la calle Pintores (en la actualidad Joaquín Guichot), la conozco, aquí nació mi primer hijo, Alfredo. Pero ni siquiera tengo valor para recordar a los míos, porque llegamos ya al lugar donde seré juzgado, la Plaza de San Francisco.
PLAZA DE SAN FRANCISCO